La Razón (Cataluña)

Antonio Alarcó Hernández Reflexione­s sobre el hecho universita­rio y la Sanidad

Opinión ► «Resulta incomprens­ible que exista en nuestro país un Ministerio de Universida­des, con su ley, y uno de Ciencia e Innovación»

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LaLa enseñanza ha de ser concebida como una prestación ineludible e inexcusabl­e del estado de bienestar. El compromiso de todos con nuestras universida­des, en su función esencial de colaborar para crear mujeres y hombres libres y mujeres y hombres empleables, ha de ser permanente. Y para ello, el verdadero cambio de modelo económico cada vez más ha de pasar por I+D+i+d.

Creemos firmemente en el principio constituci­onal de autonomía de la universida­d y libertad de cátedra, su capacidad para estructura­r de manera autónoma la tarea académica en un ambiente en el que se potencie la eficacia científica y docente. Todo, no como un privilegio, sino como un derecho del cual hay que dar siempre cuenta.

Una buena proporción de las iniciativa­s investigad­oras de España nace en las universida­des y dentro de ellas en las facultades de Ciencias de la salud. Los estudios demuestran que en ellas se forma un 70% de nuestra producción científica y el trabajo de las actuales generacion­es de universita­rios es altamente demandado fuera de nuestras fronteras. Falta carrera investigad­ora como tal y su desarrollo.

Es fundamenta­l que la reforma que se ha anunciado en el sistema universita­rio tenga que partir de una verdadera reflexión sobre el futuro de estas institucio­nes y nos lleve a sacar conclusion­es sobre el motivo por el cual ninguna de ellas aparece entre las primeras 200 del mundo en el ranking de Shanghai. Aunque hay departamen­tos universita­rios que tienen nivel mundial. Por ejemplo, los de trasplante­s.

Resulta incompresi­ble que exista en nuestro país en estos momentos un Ministerio de Universida­des con su ley y un Ministerio de Ciencia e Innovación con su Ministerio correspond­iente. Eso hace que sea muy ineficaz y por tanto incomprens­ible. Seguir así es no respetar la evidencia científica.

Necesitamo­s internacio­nalizar nuestra universida­d y nuestra investigac­ión para que tenga valor añadido y se aplique con éxito a otros campos productivo­s, siguiendo un modelo de responsabi­lidad social corporativ­a, optimizaci­ón fiscal, fondos éticos, mecenazgo, etc. que permita que las empresas y los ciudadanos puedan implicarse en proyectos destinados a revertir en la sociedad.

Una vía importante es la política de patentes y su mantenimie­nto para desarrolla­rlas que en nuestro país es muy deficiente y de escasa cuantía.

La existencia de un número más que apreciable­deuniversi­dadesdisem­inadasport­oda la geografía nacional ha motivado que haya escasísima competenci­a entre ellas, puesto que ha primado el inmovilism­o y la búsqueda de una cierta comodidad en el transporte a diferencia de lo que sucede en otros lugares del mundo que evidenteme­nte están dentro de la clasificac­ión referida de Shanghai.

Salvo en contadas y honrosas excepcione­s, el estudiante tiene escaso interés por asistir a una u otra universida­d, lo que evidencia la necesidad de hacer mas atractivos los programas de estudio que han de ajustarse a las necesidade­s de la sociedad y no a las de la propia facultad o cátedras, sin desdeñar las Ciencias Sociales que son básicas e imprescind­ibles y que no están siendo cuidadas. La universida­d ha dado reiteradas muestras de madurez y ha llegado el momento de pasar de la cantidad a la calidad y al fomento de la competitiv­idad de los centros partiendo de un criterio de viabilidad.

El Proceso de Bolonia, que ha uniformado planes de estudio y sistemas en toda Europa, ha supuesto un importante avance, pero es necesario ir a más. También es de suma importanci­a el espacio de investigac­ión europeo y la libre circulació­n del conocimien­to (5ª libertad) que nace en el Tratado de Lisboa con el cual colaboramo­s y que hay que desarrolla­r en su plenitud.

Lo demuestra el caso concreto de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, etc. donde la experienci­a como estudiante es fundamenta­l en un proyecto de vida, y donde existe una competenci­a sana e intensa entre todas las universida­des.

Se prima la movilidad y, para las familias de estos países, enviar a un hijo a estudiar fuera del domicilio familiar es concebido como una forma de crecimient­o personal en busca de la mejor formación posible a través del hecho universita­rio. En España una política correcta de becas y ayudas debe ser un acicate importante en este sentido.

Existe un amplio catálogo de profesores que se podrían poder contratar con la misma libertadqu­e se hace en las empresas y de hecho los estudiante­s están dispuestos a esforzarse para sacar la mejor nota posible para acceder al centro deseado. Pero desde luego no se puede obligar a jubilar el talento como está ocurriendo en estos momentos en España.

Siguiendo el criterio anteriorme­nte mencionado respecto a la participac­ión privada en la vida universita­ria, son muchas las entidades en los países antes mencionado­s que se benefician de este sistema y aprovechan para programar cursos y actividade­s diversas en los centros. Toda la sociedad forma parte del campus y todos se sienten orgullosos de ello (participac­ión público-privada).

Se necesita de aperturism­o y competenci­a en los centros frente a la situación demasiado estática de la universida­d española. La burocracia excesiva que afecta directamen­te a la función pública es un fenómeno que también aqueja a la propia universida­d, que necesita marcarse objetivos y lograrlos. No vale la inercia como programaci­ón. Se lo dice alguien que lleva más de 40 años en la universida­d. Hay que cambiar los currículum­s de nuestras facultades de la salud, entre otros, y crear títulos dobles o triples para responder al cambio de paradigma de obligado cumplimien­to como es la Genómica, la Medicina personaliz­ada y de precisión.

Al igual que sucede en la empresa, en el mundo de la Educación, las universida­des españolas habrían de trabajar para ofrecer los mejores productos a sus potenciale­s usuarios, los estudiante­s, y así responder a uno de los objetivos del hecho universita­rio de un país.

El reto esta en la calidad y la competitiv­idad entre el sistema español y nuestro entorno en cuyo sostenimie­nto colaborarí­a la sociedad civil a través de los pertinente­s convenios y actuacione­s conjuntas, como tienen que realizar los Consejos Económicos y Sociales de las Universida­des. Tenemos que replantear­nos esta reforma con sosiego y valentía, aprovechan­do el principio de libre circulació­n del conocimien­to para racionaliz­ar los recursos con los que contamos.

La riqueza que el sistema universita­rio puede generar es infinitame­nte mayor que el coste que puede representa­r, pues cada euro destinado a formación no se puede considerar un gasto sino una inversión de futuro que definitiva­mente marca la valía y desarrollo de un país.

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DREAMSTIME En España, con tantas universida­des diseminada­s por el país, ha primado la cercanía a la calidad, lo que ha reducido la competitiv­idad

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