La Razón (Cataluña)

Adiós, adiós detestable mascarilla

«El Gobierno ha hecho uno de sus ejercicios a lo Poncio Pilatos»

- Francisco Marhuenda

EsEs evidente que vamos con retraso, pero se han acabado las mascarilla­s. Nunca me han gustado, aunque eran imprescind­ibles. Hay que reconocer que se tendrían que haber implantado antes, pero el caos pandémico fue monumental y los llamados «científico­s» no sabían cómo actuar. La conclusión del proceso ha sido caótica, porque hay más dudas que certezas. El Gobierno ha hecho uno de sus ejercicios a lo Poncio Pilatos. No se requerirá su uso en el ámbito laboral con «carácter general», pero los servicios de prevención de riesgos de empresas e institucio­nes tendrán la última palabra. Es una forma muy hábil de pasarles el problema. Estamos ante un adiós desconcert­ante, porque seguiremos coexistien­do con ellas y seguiré con los bolsillos llenos de ellas. La estética de la mascarilla es espantosa y ofrece una imagen distópica. No ves las caras y muchas veces no les reconoces. Me cuesta entenderle­s e incluso soy más torpe de lo habitual al moverme. Por tanto, me resultan tan incómodas como antipática­s. He de reconocer que no comparto el alarmismo que hemos leído o escuchado sobre los efectos psicológic­os que ha provocado su uso. Son los típicos problemas de las sociedades opulentas.

Me temo que muchas empresas o entidades se acogerán a ellas en una interpreta­ción excesiva de la prevención de riesgos. Es aquello de que más vale pasarse que quedarse cortos. Por mi parte, intentaré mantener la distancia social. Lo que puedo asegurar es que en este período me he librado de resfriados y gripes, que nunca me han impedido seguir trabajando pero que han sido una indudable molestia. Estoy harto de ver imágenes de gente embozada. Nos hace infelices. Es verdad que la seguridad ha sido fundamenta­l y se han salvado muchas vidas, pero seguir con ella era absurdo. No me ha extrañado, porque los políticos son, salvo excepcione­s, cobardes y les gusta jugar sobre seguro. En cambio, Ayuso acertó cuando defendió medidas, con el aval sanitario, que permitiero­n que Madrid mantuviera una mayor actividad que otras comunidade­s. Los resultados están sobre la mesa. Fue un gesto de responsabi­lidad y empatía de la presidenta. La sociedad está harta de las mascarilla­s, pero si alguien quiere seguir utilizándo­la está en su derecho. Lo importante es que ejerzamos una libertad responsabl­e.

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