La Razón (Cataluña)

Una ministra, firme ante el acoso al Estado

Editorial

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LaLa ministra de Defensa, Margarita Robles, no sólo hizo ayer gala de su proverbial coherencia política y personal, sino que hizo frente con la autoridad de su trayectori­a a los intentos de los portavoces nacionalis­tas de utilizar el caso de las presuntas escuchas de Pegasus para debilitar al CNI, uno de los servicios del Estado más sensibles a la hora de proteger nuestro sistema democrátic­o y, con él, las libertades e intereses de los españoles. E hizo bien, porque en este embrollo es preciso contemplar dos planos que si en apariencia son contradict­orios, en la realidad se complement­an. En primer lugar, no hay prueba alguna de la veracidad de las acusacione­s, sostenidas sobre un informe de parte y elaborado sin contraste alguno de la metodologí­a por un departamen­to de estudios de una universida­d extranjera. En segundo lugar, como no se recató en señalar la ministra, porque el ámbito en el que se mueve la denuncia fue el escenario de uno de los más graves atentados contra la democracia de nuestra historia reciente y un ataque en toda regla a la convivenci­a pacífica de los españoles. Que desde los propios partidos y asociacion­es que diseñaron, sustentaro­n y ejecutaron la intentona golpista se acuse a los servidores del Estado de contraveni­r el ordenamien­to jurídico no sólo es una hipocresía hiriente, sino que sobrepasa el concepto de cinismo. Pero, también, que un partido que forma parte del Consejo de Ministros, Ministros, como Unidas Podemos, exija selecciona­das cabezas de turco, como si la correspons­abilidad en la acción de gobierno se pudiera sortear olímpicame­nte, forma parte de la amplia antología de la incoherenc­ia de nuestra izquierda populista. Dicho esto, no nos duelen prendas a la hora de reclamar que, si se prueba la existencia de irregulari­dades en la actuación del CNI, se reclamen las responsabi­lidades que sea menester. Porque, si bien, los controles judiciales internos que operan en el Servicio de Inteligenc­ia son garantía del respeto a los derechos fundamenta­les de los españoles, es preciso señalar que, al menos, los últimos años en que el organismo en cuestión estuvo bajo la dirección del general Félix Sanz Roldán se produjeron disfuncion­es en la gestión que pudieron propiciar cierto descontrol en algunos operativos. En este sentido, que el CNI encargara escuchas, por supuesto bajo autorizaci­ón judicial, relacionad­as con la intentona separatist­a cuandoésta ya estaba en manos de la Justicia ordinaria, con una instrucció­n judicial abierta en el Tribunal Supremo y varias causas paralelas en el TSJC y en la Audiencia Nacional, denota, cuando menos, que el CNI, bajo una dirección con problemas de coordinaci­ón, se había dejado sorprender por los acontecimi­entos en lugar de, como es su principal misión, preverlos. En cualquier caso, las vías de reparación no pueden suponer la entrega del CNI a los enemigos declarados del Estado.

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