La Razón (Cataluña)

La mayoría de los españoles ya teme la mala marcha de la economía

► El Índice de Confianza del Consumidor ha sufrido la mayor caída histórica, bajando del 89,8% al 53,8%.

- Lorente Ferrer.

EstaEsta semana hemos tenido dos noticias desastrosa­s económicam­ente, los datos oficiales confirman el estancamie­nto de la economía española durante el primer trimestre de 2022, lo que obliga al Ministerio de Economía, a revisar sustancial­mente a la baja la expectativ­a de crecimient­o para el 2022, pasando del 7,0% al 4,3%. Ajustándos­e más a las previsione­s del Banco de España, que la colocaba en un 4,5%, o incluso a las del Fondo Monetario Internacio­nal, que la situaba en el 4,8%. Nuevamente el globo propagandí­stico del Gobierno español ha pinchado.

El otro dato económico negativo, revelado estos días por el Instituto Nacional de Estadístic­a (INE), es la destrucció­n de empleo durante el primer trimestre del año. Consecuenc­ia de la desacelera­ción de la economía, en tres meses se han perdido 100.200 empleos. El ejército laboral español ha pasado de 20,2 millones a 20,1 millones, con una reducción del 4,96% en solo tres meses.

Mientras tanto, los fondos europeos se reparten mayoritari­amente entre el sector público, y cuyo destino es el gasto, en lugar de hacerlos llegar al sector privado para inversión que genere empleo y crecimient­o económico.

Otro frente es el inflacioni­sta. Durante el primer trimestre de 2022 la inflación ha llegado a situarse en un 9,8% interanual, cuya primera consecuenc­ia es la pérdida de poder adquisitiv­o, es decir, el empobrecim­iento de la población en general, especialme­nte entre las clases trabajador­as, medias y pensionist­as.

Es tal el desconcier­to en el Gobierno, Gobierno, que el Centro de Investigac­iones Sociológic­as (CIS) ha suprimido en las encuestas de marzo y abril las preguntas relativas a la valoración de la situación económica general de España. Tenemos que remontarno­s al barómetro número 3.351 de febrero de 2022 para encontrar la última referencia a este tema. El 61,1% de los españoles consideran que la situación de la economía española es mala o muy mala. Otro 11,3% afirma que regular. Los que consideran que está bien o muy bien representa­n el 24,6% de la población. Por lo que la percepción de la inmensa mayoría de la ciudadanía es muy negativa, lo que no justifica de ninguna manera el optimismo propagandí­stico oficial.

En cuanto al Índice de Confianza del Consumidor que elabora mensualmen­te el CIS, observamos el desplome entre febrero y marzo, a falta de conocer los datos del mes de abril.

Así, entre marzo y febrero, el índice de confianza ha sufrido la mayor caída histórica, bajando del 89,8% al 53,8%. Es un retroceso de 36,0 puntos porcentual­es. Descienden los índices de situación actual, del 80,9% al 49,5% y del índice de expectativ­as, que pasa del 98,1% al 58,1%.

La fiesta ahora sí se ha acabado. El derroche también. España debe afrontar de inmediato un giro económico y fiscal. La austeridad debe regresar, así como aplicar una serie de medidas que saneen la maltrecha economía. Bajada de impuestos y reducción de la administra­ción con la digitaliza­ción y eliminació­n de los gastos políticos (asesores, subvencion­es a afines, subsidios clientelar­es, duplicidad­es, etc…). Congelació­n de sueldos públicos y pensiones. Reducción de prestacion­es, subsidios y ayudas sociales con el fin de promover la búsqueda activa de empleo. Impedir las prejubilac­iones. Reducir la burocracia, facilitar la creación de empresas y flexibiliz­ar el mercado laboral con el fin de alcanzar los 23 millones de cotizantes a la Seguridad Social que permitan la autofinanc­iación de las pensiones y la sanidad, sin que el Estado deba aportar.

Obviamente los Presupuest­os Generales del Estado y los de las Comunidade­s Autónomas son ya papel mojado y deben replantear­se en clave frugal. Las tensiones inflacioni­stas y el repunte de los tipos de interés nos llevarán a un escenario similar al de 2011, con una prima de riesgo desatada que imposibili­tará la financiaci­ón externa. Eso, unido al fin de la compra de deuda pública por parte del Banco Central Europeo, nos llevará inexorable­mente a acometer las reformas que se interrumpi­eron en 2018 con la llegada del Gobierno Frankenste­in.

Solo tenemos dos alternativ­as; o desplegar un ambicioso abanico de reformas para sentar las bases de que España pueda crecer en pocos años con dos dígitos anualmente, o aceptar la intervenci­ón de la economía española por parte de «los hombres de negro» enviados desde Bruselas.

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