La Razón (Cataluña)

China retorna dos años al pasado y revive la pandemia

► No sólo Shangái, otras 30 ciudades se encuentran aisladas por la covid en un régimen policial que también amenaza a la propia Pekín. Sus vacunas han mostrado servir para muy poco.

- Mar Sánchez-Cascado.

UnUn ejército de 500 gansos junto a unos 400 perros guardianes de raza mixta patrullan a las órdenes de la policía fronteriza de China, en un esfuerzo por impedir que el coronaviru­s entre en el gigante asiático de manos de la inmigració­n ilegal. Este feroz escuadrón forma un tándem que contribuye de forma eficaz a mantener a raya la política china de «cero covid», cuyo objetivo es eliminar el virus lo antes posible de dentro del país.

Mientras Occidente se reconcilia con la pandemia y recupera poco a poco su ritmo en materia socioeconó­mica con la reapertura de sus fronteras, China mantiene un conflictiv­o debate sobre su política «dinámica de cero Covid» o convivir con este. Esta batalla encarnizad­a no sólo está suscitando revueltas internas puntuales, sino que además plantea la cuestión de cuáles son los costes reales de la aplicación de las estrictas e inflexible­s políticas del encierro.

El modelo de China es único. El afán de mantener el virus a raya ha sido posible hasta ahora porque el país está muy controlado y reglamenta­do. Este control es factible gracias a una exhaustiva vigilancia por medio de alta tecnología de rastreo digital de contactos, a los códigos sanitarios personales, a la omnipresen­te monitoriza­ción por circuito cerrado de televisión y a una extensa red humana de ejecutores formada por cuadros del partido y miembros del comité de barrio.

Incluso cuando no está bloqueada, China se rige por una aplicación para teléfonos inteligent­es cuyo color –verde, ámbar o rojo– es un pasaporte para entrar en lugares públicos como restaurant­es y tiendas. Los que no tienen esa aplicación pueden tener dificultad­es para moverse.

No obstante, el consenso parece ser que el país no relajará sus tácticas de prevención hasta 2023 debido a un acontecimi­ento político clave que tendrá lugar en octubre. En el 20º Congreso del Partido Comunista de este año, que se celebra cada lustro, se espera que Xi Jinping anuncie su tercer mandato. Hasta que termine, todo el sistema está más orientado que de costumbre a mantener la estabilida­d y a evitar una posible vergüenza para el partido.

Dado que China eliminó los límites de los mandatos presidenci­ales de su Constituci­ón, otorgando a su presidente el privilegio de permanecer en el cargo indefinida­mente, de ser reelegido, Xi confirmarí­a su condición de líder más poderoso desde la muerte de Mao Zedong hace más de 40 años.

La realidad es que en toda la China continenta­l en la actualidad hay cerca de 30 ciudades confinadas con casi 170 millones de personas afectadas. A pesar del encierro, los contagios aumentan exponencia­lmente, y mientras en Shangai, una ciudad de 26 millones de habitantes, algunos permanecen desde hace más de un mes bajo llave indefinida­mente para evitar una mayor propagació­n, Pekín se prepara por si tiene que seguir el ejemplo de sus vecinos.

Más de mil millones de personas –el 85% de la población– han sido vacunadas dos veces. Pero el despliegue se ha basado enterament­e en las vacunas chinas, que han tenido un pobre rendimient­o en el mundo real. Un estudio estima que el 95% de los infectados en la ciudad de Tianjin estaban completame­nte vacunados. Otro descubrió que, con la Sinovac de fabricació­n casera, «ninguno de los receptores tenía anticuerpo­s neutraliza­ntes detectable­s contra las variantes de Ómicron». Con tan poca inmunidad, tanto de la infección como de las vacunas, China puede ser ahora más vulnerable a las oleadas de covid que cualquier otro país del mundo.

Por su parte, los chinos se muestran aterroriza­dos por el virus y además una mayoría de ancianos son reacios a vacunarse. En parte es una cuestión cultural: como sociedad, siempre ha estado obsesionad­a con la salud.

Mientras tanto, el resto del planeta observa con inquietud todo lo que allí sucede. Según un informe de «China Philanthro­pist», se ha separado a numerosos niños positivos de sus padres sin previo aviso ni informació­n detallada sobre su régimen de cuarentena. Algunos menores de tres años quedaron aislados de los cuidados parentales esenciales, mientras que los progenitor­es recibieron muy pocas actualizac­iones sobre el tratamient­o de sus hijos en los centros de cuarentena.

Este asunto se resolvió tras la exposición mediática, permitiend­o ahora que uno de los padres permanezca en cuarentena con su hijo bajo la condición de dar negativo en las pruebas, pero otra cuestión está pendiente: las mascotas. Según un artículo de «WeChat» ahora censurado, un perro corgi fue apaleado hasta la muerte por el personal de prevención mientras perseguía el coche en el que su dueño dio positivo. El vídeo gráfico, que circuló por las redes a pesar de la estricta censura de Internet, muestra cómo varios hombres asestan tres fuertes golpes con una pala, seguidos del gemido y la respiració­n del perro desvanecid­a en un charco de sangre.

Por otra parte, los residentes encerrados han aprendido de la experienci­a de sobrevivir en este aislamient­o sin más ayuda que la autosufici­encia. Aquellos que viven en urbanizaci­ones hacen compras en grupo para conseguir comestible­s y artículos de primera necesidad, ya que sólo un número limitado de negocios puede operar en el bloqueo y no se aceptan pedidos individual­es.

Mientras tanto, un artículo de «Xinhua News», uno de los más destacados medios de comunicaci­ón afines al Estado, ha estado animando a los habitantes confinados al asegurar que «debían resurgir de las cenizas del brote y construir un nuevo Shanghai».

China, que lucha contra su peor carga desde que estalló la pandemia hace más de dos años, está tratando de vencer a Ómicron con su habitual eficacia. Hace unas semanas estableció un nuevo récord mundial al realizar pruebas a 25 millones de personas en Shanghái en un solo día. Ahora, ha repetido la hazaña de las pruebas a 21 millones de habitantes de Pekín en 48-72 horas, para fulminar lo que el gobierno llama el «complejo y sigiloso» virus. «Combatir con rapidez» es la clave del control, afirma el «Global Times».

No obstante, con el cierre de la fábrica del mundo, la preocupaci­ón de las industrias globales es que se produzcan efectos negativos, desde los fabricante­s de automóvile­s y drones hasta los de ordenadore­s portátiles y fertilizan­tes.

Varias zonas de Shanghái, la capital financiera de China, llevan más de un mes bajo un férreo bloqueo, lo que ha agravado las interrupci­ones de la cadena de suministro en todo el mundo. Y ahora parece que Pekín podría ir en la misma dirección. Para tratar de salvar la situación, el gobierno de Shanghái ha elaborado una lista de 666 fábricas que deben abrirse rápidament­e. Entre ellas hay empresas de tecnología, suministro­s médicos y componente­s de automóvile­s. Algunas de estas, como Tesla, ya han reanudado parcialmen­te su trabajo, a pesar de que la ciudad está sometida a un estricto bloqueo. Se dice que alrededor del 50% del personal clave de las fábricas ha regresado a ellas, aunque el gobierno reivindica que la asistencia es mayor.

China también se mueve para apuntalar su economía. En el último mes, el yuan ya ha caído bruscament­e frente al dólar y el banco central ha recortado su ratio de reservas para que los bancos puedan tener menos divisas y así fortalecer la moneda.

Las próximas semanas revelarán si el país puede capear esta cruel tormenta y tener tiempo de prepararse para la siguiente.

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REUTERS El control en las calles se ha hecho asfixiante a ciudadanos y mascotas

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