La Razón (Cataluña)

Naty Abascal, «La Pietá» de la jet andaluza

- Ana S. Juárez.

En Estados Unidos tienen a a Grace Coddingon y en España, tenemos a Naty

NatyNaty es un libro muy difícil de leer, lleno de códigos, tiene un lenguaje propio, pero cuando aprendes a leerlo...», dicen los que la conocen. Efectivame­nte, si lo consigues, no puedes parar de ojear unas páginas por las que desfilan «Andy —Warhol, obvio, Dalí, Oscar —De la Renta, obvio también— Valentino —uno de los pocos personajaz­os sin apellido—, o la casa señorial en la Sevilla de la posguerra donde nació, en una familia acomodada y numerosa. La mujer que colma de glamour y fantasía cualquier fiesta y llena de magia las editoriale­s de moda que dirige, está pasando sus horas más bajas.

Y no por ella, que nunca ha perdido su brillo y hemos normalizad­o injustamen­te que vaya en el yate de Valentino. En Estados Unidos tienen a Diana Vreeland y en Grace Coddington y en España tenemos a Naty. Una mujer que supo salir airosa del run–rún de la alta sociedad andaluza para crecer independie­nte. A pesar de que ella es una institució­n en el mundo de la moda internacio­nal, Naty está sufriendo como nunca. Y es una mujer habituada a los golpes. Su matrimonio con el duque de Feria y su terrible final fue prueba de ello. Ella levantó fuerte y sin atisbo de caerse a sus dos hijos, Rafael y Luis Medina. Y volvió al lugar donde, por unos segundos, había salido arrastrada por los problemas judiciales del que fue su marido. Ahora, es su hijo Luis el que la hace volver a esa conocida impotencia. Naty tiene un fuerte lado doméstico muy alejado de la pose altiva y hollywoodi­ense que luce en las fiestas. Naty cocina para sus hijos. Naty es una abuela que juega mucho con sus nietos. Naty es, ante todo, una madraza. Naty recibe a su familia después de haber estado 14 horas trabajando en una producción de moda con una sonrisa. Es una mujer incansable y, como tal, está sufriendo lo indecible por la situación que acecha jurídicame­nte a su hijo Luis. No la vimos en el balcón de su casa de Sevilla, pegada a Casa Pilatos, donde tradiciona­lmnete reunía a sus amigos para celebrar este evento religioso tan querido por ella y los suyos. Estas fechas eran sagradas para ella. Se colocaba la mantilla y la lucía junto con Victorio & Luchino. Como relatan quienes la conocen, en los tiempos de la duquesa de Alba (otra mujer rompedora como ella) acudía con su hermana Ana María a ver el paso del Cristo de los Gitanos al Palacio de Liria. Este año, Naty y su hijo Luis se han refugiado en la tranquilia­d de la bella localidad portuguesa de Tavira. Naty ha cambiado la mantilla y hoy se dibuja como «La Pietá», de Miguel Ángel. Doliente y a la espera de que la Justicia dé la razón a su hijo Luis y que todo vuelva a ser como antes.

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