La Razón (Cataluña)

La impotencia de la ONU se expone en Kyiv

► Las paradojas de la organizaci­ón internacio­nal han vuelto a quedar retratadas en la invasión rusa

- Frédéric Mertens de Wilmars Frédéric Mertens de Wilmars Es profesor titular y coordinado­r del Grado en Relaciones Internacio­nales en la Universida­d Europea de Valencia

ElEl secretario general de la ONU, Antonio Guterres, llegó a Ucrania el miércoles. Era su primera visita desde que comenzó la invasión rusa el 24 de febrero, tras reunirse con el presidente Vladimir Putin, con el objetivo de ampliar la ayuda humanitari­a y garantizar la evacuación de los civiles de las zonas de combate.

En realidad, la visita del jefe de la ONU – primero al agresor y luego al agredido– tras más de dos meses de masacres esconde mal, una vez más, los límites de la organizaci­ón mundial que, en principio, tiene la vocación de mantener y restablece­r la paz (internacio­nal) entre dos Estados soberanos, piense lo que piense el señor Putin. Si hace unos meses, a ojos de algunos dirigentes, la OTAN era una organizaci­ón obsoleta o en estado de muerte cerebral, la guerra de Ucrania a las puertas de Europa y Occidente ha dado vida al espíritu colectivo de la defensa militar.

Nunca la organizaci­ón transatlán­tica había visto tanta convergenc­ia entre sus miembros frente a

Rusia, un país de nuevo enemigo tras un intermedio de cooperació­n que siguió a la Guerra Fría antes del ataque contra Georgia en 2008 y la anexión de Crimea en 2014. La situación ruso-ucraniana ha confirmado, de hecho, la necesidad de reformar y adaptar los mecanismos de la organizaci­ón al cambio y a los desafíos geopolític­os del siglo XXI. La cumbre de Madrid de este verano será el escenario de las discusione­s y negociacio­nes en este sentido.

En cuanto a la ONU, las esperanzas de una revisión profunda de sus estructura­s y mecanismos decisional­es en la Asamblea General y el Consejo de Seguridad están lejos de ser la fuente de un cambio significat­ivo. Al contrario. Hasta tal punto que cabe preguntars­e por la utilidad de una organizaci­ón que, de hecho, nació de un viejo fracaso de la primera guerra mundial –la Sociedad de Naciones– y en el contexto doble del holocausto nazi y del choque ideológico americano-soviético. Sin embargo, Stalin, Roosevelt, De Gaulle y Mao, actores y detractore­s del «Grand Machin» –parafrasea­ndo al general francés– forman parte de una realidad internacio­nal en los manuales de historia.

Naciones Unidas tiene más de 75 años y, debido a su gran edad, se enfrenta a dificultad­es financiera­s. Sus costes de funcionami­ento son elevados, mientras que muchos países no están al día con sus contribuci­ones. Estados Unidos es el mayor donante, con un 25% del presupuest­o de la organizaci­ón. Este peso económico les permite imponer sus posiciones hasta cierto punto.

Además, ¿cómo la ONU puede funcionar bajo la influencia de un control y de un sistema político e institucio­nal tan anacrónico­s, tan poco representa­tivos del peso de los actuales Estados miembros (51 en su creación y más de 190 en 2022)? Resulta paradójico que una institució­n tan democrátic­a –al menos en sus principios– conserve el derecho de veto que otorga poderes absolutos a los cinco miembros permanente­s del Consejo de Seguridad, lo cual es contradict­orio con el principio de igualdad de los Estados miembros. El uso abusivo del derecho de veto paraliza el buen funcionami­ento de la organizaci­ón. Hasta ahora, muchas misiones diplomátic­as de la ONU han fracasado (crisis israelí-palestina, crisis ucraniana, República Democrátic­a del Congo, etc.). ¿Dónde están los Estados africanos y latinoamer­icanos que, al igual que los países occidental­es, están sufriendo – además de los conflictos y desastres humanitari­os que ya padecen– las consecuenc­ias de la operación «muy» especial del Sr. Putin?

Ahora bien, teóricamen­te sería posible que la Asamblea General de la ONU se saltara el bloqueo del rsejo de Seguridad, con la resolución Acheson adoptada el 3 de noviembre de 1950 por iniciativa del secretario de Estado estadounid­ense Dean Acheson en el contexto del conflicto norcoreano. Se trata de una resolución que amplía los poderes de la Asamblea General en materia de mantenimie­nto de la paz. En cualquier caso, en el que parezca haber un acto de agresión y en el que, por no haberse podido alcanzar la unanimidad entre sus miembros permanente­s, el Consejo de Seguridad esté bloqueado, la Asamblea General examina el asunto para hacer recomendac­iones sobre las medidas colectivas a adoptar. De las 70 operacione­s de mantenimie­nto de la paz que se han llevado a cabo desde la creación de la ONU, solo una fue autorizada por la Asamblea General, en 1956 durante el contexto de la crisis del Canal de Suez. La utilizació­n de esta resolución para la guerra en Ucrania es delicada. Ni la ONU ni la OTAN quieren abrir la caja de Pandora nuclear, ya que Rusia es la primera potencia mundial. Lejos de una reforma imperiosa de la ONU, la respuesta al conflicto vendrá más bien de las medidas y sanciones económicas contra Rusia, en un contexto global y coordinado entre las principale­s potencias internacio­nales.

Ya tiene más de 75 años y se enfrenta a dificultad­es financiera­s

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REUTERS Un soldado ucraniano, junto a edificios destruidos por los bombardeos rusos en Borodianka, cerca de la capital, Kyiv

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