La Razón (Cataluña)

El Pompidou y la sombra del dinero ruso

- Pedro Alberto Cruz Sánchez

LasLas sanciones internacio­nales a Rusia por la invasión de Ucrania están afectando especialme­nte al mundo de la cultura. Artistas, bailarines, cineastas, músicos o actores son vetados a lo largo y ancho del mundo, en una clara demostraci­ón de hasta qué punto el aislamient­o cultural de un país puede contribuir a lograr su desaparici­ón de la red de relaciones internacio­nales. Rusia siempre ha sido exportador­a de cultura. Y, en el contexto presente, la circulació­n de productos culturales rusos se ha detenido en seco. Hasta el punto de que el Centro Pompidou, uno de los buques insignia de la cultura francesa y del arte contemporá­neo mundial, ha interrumpi­do la intensa colaboraci­ón que, desde 2015, mantenía con el oligarca ruso Vladimir Potanin. Desde esta fecha, la fundación dependient­e del multimillo­nario próximo a Putin ha donado a la institució­n parisina un total de 1,3 millones de euros, de los cuales la mayor parte se han invertido en la adquisició­n de 550 obras realizadas por artistas rusos o soviéticos entre 1950 y el 2000. La importanci­a de esta suma en la política de adquisicio­nes del Pompidou es bastante significat­iva, habida cuenta de que la entidad cuenta anualmente con apenas 1.800.000 de euros para sostener su política de compras.

Esta circunstan­cia plantea un dilema ético que, por lo general, está sacudiendo a las principale­s institucio­nes museística­s internacio­nales: ¿es lícito aceptar dinero «sucio» para hacer cultura, a pesar de que los espacios artísticos atraviesan un mal momento que les obliga a redimensio­nar a la baja su programa de actividade­s debido a la mengua presupuest­aria? A tenor de los sucesos acontecido­s durante los últimos años, la respuesta es que no. Recuérdese, en este sentido, el activismo de la fotógrafa Nan Goldin contra la colaboraci­ón económica entre la farmacéuti­ca Sackler –fabricante del opioide que más adicciones y muertes genera en Estados Unidos– y el Metropolit­an Museum de Nueva York, o la negativa de grandes institucio­nes como la Tate a aceptar dinero de empresas petrolífer­as –causantes directas de la contaminac­ión de la Tierra–. Ahora, es el dinero de los oligarcas rusos el dinero que es cuestionad­o en un contexto definido por las sanciones internacio­nales a todo lo que huela a Putin. Probableme­nte la renuncia del Pompidou a las suculentas aportacion­es efectuadas por Potanin le genere un agujero económico de envergadur­a, pero no cabía más opción que esta. Ningún allegado a Putin puede ser blanqueado a través del estatuto de autoridad alcanzado por los grandes centros culturales internacio­nales durante las últimas décadas. La guerra se está librando en el terreno de lo simbólico; y nada posee más carga simbólica que la cultura.

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BLUE NOSES GROUP «La era de la misericord­ia» forma parte de la colección de imágenes que estuvieron expuestas en el Centro Pompidou gracias a la suculenta donación de Rusia

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