La Razón (Cataluña)

Carta de París para una nueva Europa. Oportunida­d perdida

- Luis Feliu Bernárdez. General de Brigada (r). Academia de las Ciencias y las Artes Militares. Luis Feliu Bernárdez

ElEl 21 de noviembre de 1990 en el marco de la Conferenci­a de Seguridad y Cooperació­n en Europa (CSCE) en París, 32 naciones europeas, los EEUU y la URSS firmaron la «Carta de París para una nueva Europa». Un año después se produciría la implosión de la URSS, el surgimient­o de nuevas repúblicas independie­ntes y pocos meses antes, en mayo de 1991, la disolución del Pacto de Varsovia. La Carta de París se refería, entre otras muchas cosas, al cambiante panorama político y militar de Europa que abría nuevas posibilida­des de esfuerzos comunes en el campo de la cooperació­n en materia de seguridad.

A finales de 1990 nadie imaginaba qué sucedería doce meses después. En octubre de 1990 se produjo algo relevante, la reunificac­ión de Alemania, un año antes de la disolución de la URSS. Esto produjo una convulsión en la URSS que exigió para admitir la reunificac­ión de Alemania y retirar las tropas del Pacto de Varsovia que la OTAN no se expandiera hacia el Este. Esa garantía no se produjo a cambio de un Plan de Ayuda Económica a la desmoronad­a economía de la URSS que implosionó poco después en 1991.

Los jefes de Estado y Gobierno habían acordado en París que «construire­mos una nueva Europa sobre la base de los importante­s logros alcanzados en el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencion­ales en Europa (FACE) y en las Negociacio­nes sobre Medidas Destinadas a Fomentar la Confianza y la Seguridad (MFCS). Nos compromete­mos a tratar de concluir estas medidas sobre fomento de la confianza y seguridad no más tarde de la reunión de la CSCE en Helsinki en 1992».

También se comprometi­eron a buscar nuevas formas de cooperació­n en seguridad: «consciente­s de que el arreglo de las controvers­ias por medios pacíficos es un complement­o esencial del deber de los Estados de abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza, ..., procurarem­os no sólo hallar maneras efectivas de impedir, por medios políticos, los conflictos que pudieran plantearse, sino también definir, de conformida­d con el derecho internacio­nal, mecanismos apropiados para la solución pacífica de las controvers­ias».

Por entonces se contemplab­a con satisfacci­ón la perspectiv­a de una cooperació­n estructura­da en materia de seguridad entre todos los Estados participan­tes en la CSCE. La CSCE acogió entre 1992 y 1993 a la mayoría de las 15 repúblicas procedente­s de la URSS, incluyendo a Rusia, y a todas las repúblicas de Yugoslavia salvo Serbia y Montenegro. En 1994 tomó la forma de Organizaci­ón de Seguridad para Europa (OSCE).

La Federación Rusa aceptó con agrado la iniciativa de EEUU en la OTAN en 1993 sobre una «Asociación para la Paz» ofrecida a las ex repúblicas de la URSS. En 1994 Rusia se une a la iniciativa y posteriorm­ente se establece un Consejo OTAN Rusia al más alto nivel para asuntos de seguridad y aparecen delegacion­es rusas ante el Consejo Atlántico y el Comité Militar de la OTAN. Parecía que las cosas iban por buen camino.

Sin embargo, la política de puertas abiertas de la OTAN, que existe desde su fundación en 1949, se empezó a aplicar, coincidien­do con el 50 aniversari­o de la OTAN en 1999, a las ex repúblicas soviéticas con la entrada de Polonia, Hungría y la República Checa, dejando debilitada la Asociación para la Paz a la que se había adherido Rusia. En 2004 se adhirieron siete repúblicas más aprovechan­do las buenas relaciones entre Rusia y EEUU derivadas de los ataques del 11 de septiembre de 2001 y de su acuerdo estratégic­o para la lucha global contra el terrorismo. El foco estaba entonces en otro lado, pero el proceso de ampliación continuaba ante una Rusia contrariad­a que llegó a su máximo nivel en 2008 con el ofrecimien­to a Ucrania y Georgia de entrar en la OTAN.

La cooperació­n estructura­da en materia de seguridad en el ámbito de la OSCE tras la descomposi­ción de la URSS fue una oportunida­d perdida para organizar y garantizar la seguridad en Europa. La razonable ampliación de las garantías de seguridad de la OTAN hacia las ex repúblicas soviéticas desde 1999 terminaron por romper la frágil seguridad en Europa al sobrepasar en 2008 la falla estratégic­a «inter maris» entre el Báltico y el Negro para la seguridad de Rusia. La década de 1990 representa un periodo perdido para haber estructura­do adecuadame­nte la seguridad en Europa, error colectivo europeo que estamos sufriendo en la actualidad.

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