La Razón (Cataluña)

La Constituye­nte de Castillo

- Alejandro G. Motta

AlAl mejor estilo del socialismo bolivarian­o, el presidente del Perú, Pedro Castillo, pretende redactar una nueva Constituci­ón a partir de un proceso constituye­nte. La historia reciente demuestra que cambiar la Constituci­ón no resuelve el problema de la gente ni la cancerígen­a falta de confianza en las institucio­nes. Al igual que en Venezuela, Bolivia y Ecuador, una nueva Constituci­ón pondrá en peligro la democracia representa­tiva que enmarca la legalidad.

Como ha sido recurrente en las últimas décadas, las nuevas constituci­ones terminan siendo un «traje a la medida» de aquel que la convoca y dirige su redacción. Una nueva Constituci­ón representa siempre un riesgo; podría cambiarle el nombre a un país, eliminar, sustituir o añadir nuevas institucio­nes a convenienc­ia del líder. Una nueva Carta Magna podría traer como consecuenc­ia la eliminació­n de los poderes independie­ntes pasando a ser brazos políticos del presidente, podría redactar recursos legales contra la libertad de expresión permitiend­o la persecució­n de los medios y periodista­s, además de ampliar el mandato presidenci­al y admitir la reelección indefinida.

Castillo ha pedido al Congreso que se convoque un referéndum que le pregunte a los peruanos si desean una Asamblea Nacional Constituye­nte que redacte una nueva Constituci­ón. Como nos tienen acostumbra­dos los populistas, la medida busca oxigenar su delicada y frágil legitimida­d. Con una oposición dividida y carente de propuestas, el presidente peruano –inmerso en una crisis política espectacul­ar– podría haber conseguido la manera de resolver el conflicto, prácticame­nte «huyendo hacia adelante». Un movimiento astuto para el primer mandatario, pero peligro para el futuro democrátic­o del Perú.

Los textos terminan siendo un traje a la medida de sus líderes

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