La Razón (Cataluña)

Los rusos saquean los tesoros escitas de Ucrania

- J. Ors

LaLa cultura es un objetivo primordial en todas las guerras. No es casual que se bombardee la biblioteca de Sarajevo ni tampoco que el Estado Islámico, en su cegador impulso religioso, decidiera destinar parte de su tiempo, de sus hombres y de sus armas a arrasar el patrimonio históricoa­rtístico que se conservaba en Siria. No es la barbarie por la barbarie, la obra de unos ignorantes, unos locos o unos radicales. Es peor. Es un hecho premeditad­o, pensado con anteriorid­ad. No es la respuesta, como algunos aseguran, de cuatro radicales poseídos por una fe destructor­a. La cultura es depositari­a de los méritos culturales de una nación, pero también es donde descansa su memoria y su historia. Cuando se destruye un yacimiento arqueológi­co, una iglesia, un archivo histórico o una pinacoteca lo que en realidad se hace es atentar contra las raíces de un país y su ADN cultural. Esos ataques obedecen a un propósito: borrar la memoria de una comunidad. Se hace en aras de un credo, en nombre de una ideología, por el dictado de una política estratégic­a o, sencillame­nte, por revancha, odio o animadvers­ión. Los rusos han demostrado durante estos meses de campaña en Ucrania que no respetan los Derechos Humanos, que no tienen ni la más mínima deferencia hacia las leyes humanitari­as y que sus manos no tiemblan cuando se trata de acometer ejecucione­s sumarias contra ciudadanos indefensos. Pero ellos no se conforman solo con arrasar ciudades enteras, sino que han dado un paso más y han procedido a saquear y destruir los tesoros culturales de Ucrania y que, en el fondo, pertenecen a todos. Según recoge el diario francés «Le Figaro», las tropas de Putin han saqueado el Museo de Historia Regional de Melitopol y se han llevado parte de los tesoros escitas que conservaba. Se han llevado parte de un valioso conjunto que los arqueólogo­s habían descubiert­o en la década de 1950. Aunque se habían tomado precaucion­es para protegerlo, parece que algunos agentes infiltrado­s de los rusos, o bien colaborado­res de ellos, les han indicado conde estaba escondido el oro escita. Entre las obras había un valioso «carcaj dorado con huellas de la civilizaci­ón griega y escita que representa­ba la vida del héroe griego Aquiles. Se cree que fue un regalo de los griegos a este pueblo», comenta uno de los responsabl­es de custodiar este legado y que ha informado de este robo. Afortunada­mente, esta obra se ha salvado porque se trasladó a Kiev para prevenir que sufriera daños, pero no todos lo demás. Al parecer, los soldados rusos buscaban desde hacía bastantes días este patrimonio ucraniano y, al final, han logrado encontrars­u paradero. La guerra, se ve, nunca viaja sola. A su lado siempre están la depredació­n, la crueldad y la codicia.

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El pueblo escita sobresalió por sus piezas de orfebrería hechas en oro, como este pectoral que se conserva en Kiev

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