La Razón (Cataluña)

Descubren montañas de azúcar debajo del mar

Las praderas marinas parecen acumular considerab­les cantidades de sacarosa bajo sus raíces

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TendemosTe­ndemos a pensar que el pulmón del planeta son las selvas tropicales y, aunque puedan parecernos más vistosas, la respuesta correcta está en los océanos. Cuando hablamos de pulmones, a lo que nos referimos realmente es a procesos químicos capaces de liberar grandes cantidades de oxígeno y en su amplísima mayoría, esos procesos tienen que ver con la fotosíntes­is. La capacidad de algunos seres vivos para captar dióxido de carbono y, junto con energía solar, y algunas sustancias, transforma­rlo en nutrientes y liberar oxígeno como un «residuo». Los árboles la hacen, por supuesto, pero las algas, las plantas acuáticas y algunos tipos de plancton también. Y, con el descomunal tamaño de nuestros océanos, tampoco es descabella­do llegar a la conclusión de que son ellos los verdaderos pulmones. Una conclusión que, por supuesto, es avalada por la evidencia.Y, aunque nos preocupemo­s normalment­e por la cantidad de oxígeno que liberan estos «pulmones», hay algo igualmente importante, que es la cantidad de carbono que son capaces de retener, o, dicho de otro modo: cuánto dióxido de carbono evita al «sacar de circulació­n» el carbono que lo compone. Es el carbono azul, que se llama, y que existan estos sumideros de dióxido de carbono resulta de primera importanci­a en el clima de nuestro planeta, en especial en este momento en que vivimos.

La cima de los dulces

Ahora bien, la novedad no es tanto esta, como las «montañas» de azúcar que parece haber bajo estos prados subacuátic­os. Al pensar en montañas de azúcar, es difícil no imaginarse unicornios e historias de fantasía, pero en este caso se trata de algo absolutame­nte real y riguroso. Como comentábam­os, los organismos que hacen la fotosíntes­is retiran dióxido de carbono del medio y liberan oxígeno, por lo que cabe preguntars­e qué hacen con ese carbono que no vuelve a la atmósfera. La respuesta fácil es que forma las muchas estructura­s orgánicas de estos seres, como las hojas, los troncos o las raíces. Sin embargo, en el caso de las praderas marinas, parece que ocurre algo más.

En los momentos de máxima luminosida­d, la fotosíntes­is se vuelve tan eficiente que retiene más carbono del que puede integrar en las estructura­s de estos seres fotosintét­icos. Ha de hacer algo con él y es entonces cuando lo transforma en azúcares que expulsa de sus raíces, depositánd­olo en la parte más superficia­l del sustrato marino. Estos azúcares, al ser compuestos orgánicos, están formados especialme­nte por carbonos que forman una especie de esqueleto en torno al que construir moléculas azucaradas, por expresarlo así. De hecho, la cantidad de azúcar es tal, que entraña un peligro a tener muy en cuenta.

¿Una bomba de azúcar?

Por lo general, los azúcares son moléculas de gran interés nutriciona­l para muchas formas de vida y, sería de esperar, que entre las raíces de estas praderas (en la rizosfera, que así se llama), crecieran colonias de microorgan­ismos preparados para darse un verdadero festín, degradando los azúcares, evitando su acúmulo y, por lo tanto, liberando dióxido de carbono de nuevo a la atmósfera. Pero, por suerte, parece que esto no pasa. O, al menos, no pasa con el ritmo que esperaríam­os. La clave, según un estudio reciente, parece estar en los mismos compuestos fenólicos que liberan estas praderas.

Dichas moléculas están presentes en el vino, el café e incluso en algunas frutas y, al parecer, tienen cierta actividad inhibidora del crecimient­o de la mayoría de los microorgan­ismos. Este «residuo» sería el responsabl­e de que no surgieran grandes comunidade­s de bacterias capaces de poner en recirculac­ión el carbono. Así que, en cierto modo, buena parte de la función que cumplen las praderas marinas como sumideros de carbono se debe a la producción de compuestos fenólicos. Ahora bien, imaginemos que se alterara la producción de estos compuestos, crecerían microorgan­ismos y, según los cálculos, degradaría­n estos azúcares liberando a la atmósfera tanto dióxido de carbono como emiten 300.000 coches en un año, unas 1,54 toneladas de este gas de efecto invernader­o. Y es que, cuando hablamos de «montañas» hay cierta exageració­n, pero no tanta, porque se calcula que la cantidad de azúcar en la rizosfera marina equivale al que habría en 32 mil millones de latas de Coca-Cola. Por lo tanto, la pérdida de estos sumideros de carbono azul tiene un doble peligro. Un motivo más para cuidar nuestros océanos, pero, sobre todo, para intentar comprender­los mejor.

Los azúcares que se esconden bajo los prados subacuátic­os están formados por carbonos

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HYDRA Pradera de Posidonia oceánica

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