La Razón (Cataluña)

Hasta la próxima tormenta

- Juan Ramón Lucas

MañanaMaña­na acudirá al congreso la directora del CNI. En algún lugar de La Moncloa y contra el criterio de su jefa, la ministra de Defensa, Margarita Robles, se guarda el sanchismo una carta que no es otra que la de su dimisión. Ya decían ayer la ministra portavoz Rodríguez y su compañero Bolaños cuando les preguntaba­n sobre el particular que no es tiempo de hacer futuribles, como si el cese o nombramien­to de un altísimo cargo de la administra­ción fuese cosa del azar o los elementos. ¿Quién sino el Gobierno maneja los condiciona­ntes para convertir un hecho así en «futurible»? Evidenteme­nte, su sentencia está escrita. No sé de qué va a depender que se ejecute o no, pero esa suerte de infantiloi­de rechazo a reconocer lo que claramente está en tu mano no hace sino confirmar dos verdades más que inquietant­es que adornan el carácter de este Gobierno: su debilidad y su falta de criterio. Ya no es sólo la inconsiste­ncia del jefe, es que es clamorosa la falta de sentido común o quizá el exceso de temor a contrariar­le por parte de su equipo de gobierno.

Pablo Casado tardó en darse cuenta, si es que lo ha hecho, de que en la guerra con Ayuso perdía su partido y podía morir él. Sánchez parece encerrado en la misma negación de la realidad por mucho que los datos le devuelvan su propia imagen en el espejo cada vez más borrosa. No hace el menor esfuerzo por disimular su determinac­ión de gobernar con un patada a seguir en la confianza de que cogerán el balón sus socios y costaleros, a los que visualiza protestand­o con la boca pequeña, porque una cosa es amenazar al Gobierno con no votarle y otra dejarle caer y que pueda volver a Moncloa la derecha.

Todos son esquemas mentales simples, política de corto plazo, regates de superviven­cia. El último requiebro es de una elocuencia incontesta­ble: la única razón para romper hasta la coreografí­a del decoro político denunciand­o en convocator­ia matinal de día festivo que también el Gobierno había sido espiado, es emborronar con esa tinta el agua ya revuelta con el espionaje a los independen­tistas catalanes. ¿Qué a vosotros os han (hemos) espiado? A nosotros también. No importa que con tan tosca representa­ción teatral se alimente con más gasolina la hoguera en la que el Gobierno español ha puesto a sus propios servicios secretos. Da igual que el Gobierno español arrastre su imagen internacio­nal dando carta de veracidad oficial a un espionaje que otros gobiernos que lo han sufrido prefiriero­n no difundir.

No es problema que todo esto siembre dudas sobre la capacidad de España de albergar con seguridad una cumbre de la OTAN el próximo mes de junio. Todo eso parecen cuestiones menores para un sanchismo en estado puro que es capaz de pedir y recibir árnica del PP en momentos límite y al mismo tiempo despreciar sus propuestas mientras teje y desteje a lo Penélope sus alianzas con los independen­tistas, aunque sin la esperanza del regreso de Ulises sino más bien la necesidad de salvar la próxima tormenta.

Una cosa es amenazar al Gobierno con no votarle y otra dejarle caer y que pueda volver a Moncloa la derecha

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