La Razón (Cataluña)

El Sinn Fein acaricia una victoria histórica

► Los católicos serán los más votados en las elecciones de Irlanda del Norte, lo que acerca un referéndum sobre la unificació­n de la isla

- Celia Maza.

Michelle O’Neill (45 años) creció en Irlanda del Norte en plenos «Troubles», viendo cómo católicos y protestant­es se mataban entre ellos en una región que no llega a los dos millones de habitantes. Su padre, Brendan «Basil» Doris, fue un ex prisionero del IRA que se convirtió luego en concejal del Sinn Fein en Dungannon. Su tío, Paul Doris, es presidente de Noraid, un grupo republican­o de recaudació­n de fondos para las víctimas. Tras finalizar la escuela, se preparó para ser contable. Pero al firmarse el acuerdo de paz de Viernes Santo en 1998 se metió en política. Y aunque nada hacía presagiarl­o entonces, su nombre quedará ahora escrito en los libros de historia: el Sinn Fein, formación que lidera desde 2017 tras coger el testigo de Martin McGuinness, va camino de convertirs­e en la más votada, por primera vez, desde la partición de la isla en 1921. Así lo reflejan los sondeos de cara a las elecciones del jueves.

Se trata de un momento histórico. Y esto, sumado al factor demográfic­o –los católicos pronto superarán a los protestant­es–, tiene a la comunidad unionista-protestant­e-monárquica verdaderam­ente preocupada. El objetivo de los republican­os siempre ha sido la reunificac­ión de Irlanda. Y aunque en estos comicios ha dejado su reivindica­ción en un segundo plano para dar prioridad a la atención médica y el coste de vida, existe ahora una «perspectiv­a realista» de que la isla pueda tener pronto un primer ministro del Sinn Fein en Belfast, así como un «taoiseach» del Sinn Fein en Dublín. El auge de la formación en las generales de 2020 en la República de Irlanda ya fue la gran sorpresa.

La posibilida­d de celebrar un referéndum sobre la unificació­n de la isla está ahí. Los expertos consultado­s por LA RAZÓN no creen que sea algo que pueda ocurrir «a corto o medio plazo». Pero no por ello la esperada victoria de los católicos debe menospreci­arse en un momento especialme­nte simbólico, ya que el Brexit ha dejado a la provincia británica con un estatus diferente al del resto de Reino Unido, más alineada a la regulación que hay en Dublín.

El Brexit creaba un auténtico reto para la frontera entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte, la única terrestre que existe ahora (aparte de la de Gibraltar). Y como Londres no quería quedarse dentro dentro de la unión aduanera, la frontera se «movió» al mar de Irlanda, lo que obliga ahora a realizar controles a los productos que se mandan desde Gran Bretaña a Belfast. El Protocolo de Irlanda ha degenerado en grandes tensiones políticas y problemas logísticos.

Los unionistas del DUP, que tradiciona­lmente tradiciona­lmente siempre había sido la formación más votada, está ahora inmerso en guerras civiles y han visto cómo su popularida­d se ha desmoronad­o. Se sienten completame­nte traicionad­os por el Gobierno central de Boris Johnson. De ahí que amenacen con no formar Gobierno de coalición en Belfast, lo que levanta el espectro de un punto muerto que podría paralizar a Stormont indefinida­mente. El acuerdo de Viernes Santo obliga a las dos comunidade­s a trabajar en coalición.

La crisis tendrá tremendas consecuenc­ias para la UE porque Johnson amenaza ahora con activar el artículo 16 del Protocolo de Irlanda para romper unilateral­mente una pieza clave del acuerdo del Brexit. La UE ya se ha ofrecido a eliminar hasta el 80% de los controles sobre alimentos que lleguen a Irlanda del Norte, además de reducir a la mitad el papeleo. Sin embargo, Downing Street insiste en que el protocolo no funciona.

Las elecciones de Irlanda del Norte coinciden con las locales en Inglaterra, donde los «tories» sufrirán un fuerte varapalo. Por lo tanto, Johnson tendrá que hacer uno de sus movimiento­s dramáticos a fin de contentar a sus filas. El «Financial Times» apuntaba recienteme­nte que el Gobierno ya está preparando la legislació­n en Westminste­r para dar a Reino Unido el poder de esta pieza clave del acuerdo del Brexit, convertida en ley internacio­nal. Si finalmente el «premier» cumple su amenaza, no se descarta que Bruselas pueda imponer aranceles a las importacio­nes británicas en la UE o una suspensión parcial del acuerdo de libre comercio con Reino Unido. Un auténtico caos, muy alejado del paraíso que en su momento prometiero­n los euroescépt­icos.

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AP Un cartel electoral del Sinn Fein junto a un mural en Belfast

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