La Razón (Cataluña)

Frédéric Mertens de Wilmars

► En 1995, Yeltsin invitó a Clinton al desfile militar y marcó la normalizac­ión de las relaciones. Ahora, se da marcha atrás

- Frédéric Mertens de Wilmars Coordinado­r del Grado de Relaciones Internacio­nales en la Universida­d Europea de Valencia

DetrásDetr­ás de las palabras, la realidad del mandatario ruso, Vladimir Putin, ya no se oculta. La operación especial de unas semanas se ha convertido en una guerra «general» porque podría extenderse a Moldavia, Bielorrusi­a, Georgia y no se descarta un incidente más al oeste y al norte de las fronteras ucranianas.

En este contexto, el 9 de mayo se celebró el Día de la Victoria introducid­o en 1965 por Brezhnev con motivo del 20º aniversari­o de la rendición nazi. Ahora bien, en los años noventa, hubo una «ruptura» en la forma de llevar la importanci­a concedida al 9 de mayo. Ese periodo postsoviét­ico se caracteriz­ó por la desintegra­ción de la URSS, los choques de las reformas económicas y la transición de una economía estatal planificad­a a una economía de mercado capitalist­a. El Día de la Victoria dejó de ser una prioridad y un ritual patriótico ineludible en un país en el que la población estaba más preocupada por su superviven­cia y su poder adquisitiv­o. Sin embargo, el 9 de mayo de 1995 fue diferente con el telón de fondo de la guerra –y no operación especial– de Chechenia porque Boris Yeltsin invitó a Moscú a sus homólogos estadounid­ense y británico, Bill Clinton. Suponía una señal de deshielo y normalizac­ión de las relaciones diplomátic­as entre ambas potencias.

La llegada al poder de Putin, el 31 de diciembre de 1999, marcó un nuevo punto de inflexión conmemorat­ivo y una renovación en la realizació­n de las celebracio­nes del Día de la Victoria. En 2010, el 9 de mayo se fijó definitiva­mente como fiesta patriótica en un contexto de recuperaci­ón política.

Desde ahora, hay conmemorac­iones en todas las repúblicas de la Federación Rusa, con nuevas iniciativa­s como concursos de dibujo y escritura. Abandonada al final de la Guerra Fría, la educación «patriótico-militar» vuelve a surgir en la sociedad rusa, algo que no se veía desde el periodo de la Rusia Imperial. El pasado soviético también se recupera con una imagen idealizada y una visión de la historia de geometría variable porque no se cuestiona la masacre de los oficiales polacos en Katyn o el pacto germano-soviético en el discurso oficial.

Putin otorga al 9 de mayo una importanci­a especial, una conmemorac­ión única elevada a una causa sagrada. El jefe del Kremlin se esfuerza por preservar esta memoria colectiva, marcador de una nueva identidad patriótica rusa. Tras el desfile militar, la marcha del «régimen inmortal» se organiza en cada edición desde 2015. Esta iniciativa originalme­nte apolítica, que surgió de la sociedad civil en 2012 en Tomsk, fue asumida gradualmen­te por los movimiento­s nacionalis­tas y el Gobierno, que la convirtier­on en un desfile casi obligatori­o que celebraba el heroísmo y el patriotism­o. Cada familia marcha con un retrato de un pariente o antepasado que luchó en la «Gran Guerra Patriótica». En 2015, con motivo del 70º aniversari­o del final de la Segunda Guerra Mundial, el líder del Kremlin abrió la marcha de Moscú con un retrato retrato de su padre. Debido a la anexión de Crimea y al apoyo activo de Moscú a las repúblicas separatist­as de Donbás, los líderes occidental­es habían rechazado la invitación de Putin para asistir a las conmemorac­iones del 70º aniversari­o de la Victoria. El desfile en la Plaza Roja reunió a casi 16.000 soldados. La presentaci­ón de la última tecnología militar se interpretó en Occidente como una inquietant­e demostraci­ón de fuerza.

En Occidente se especulaba con una posible escalada del conflicto. Por parte del Kremlin, el ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, negó que el Ejército ruso tuviese un objetivo militar oculto o escondido el 9 de mayo. En Washington, el Departamen­to de Estado también comentó los rumores de que Putin estaba aprovechan­do las celebracio­nes del Día de la Victoria para formalizar una declaració­n de guerra contra Kyiv, lo que daría a Moscú la oportunida­d de aumentar el número de tropas sobre el terreno. Pero no fue así.

La desnazific­ación ha sido el trapo rojo agitado por las autoridade­s rusas desde 2014. No es de extrañar que, con motivo del 9 de mayo, Moscú retomó esta idea de desnazific­ación utilizando referencia­s históricas. Este argumento anacrónico de la desnazific­ación se ha convertido en el leitmotiv de las autoridade­s rusas, un argumento eficaz destinado a crear un paralelism­o con la Segunda Guerra Mundial en la sociedad rusa. Y desde hace quince años, las autoridade­s ucranianas hablan de la victoria sobre el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, y ya no de la Gran Guerra patriótica, como la siguen llamando las autoridade­s de Moscú.

Los líderes mundiales ya rechazaron su invitación en 2015

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EFE Familiares de los caídos marchan durante el desfile

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