El huracán
SeSe ha muerto Jesús Mariñas. Tuve la suerte de trabajar con él durante un tiempo y era todo lo que dicen que era: un periodista con un nivel de exigencia máximo. Ni un solo día no dijo algo mordaz, ni un solo día pasó inadvertido. Te obligaba a estar alerta hasta cuando venía a saludarte. No se casaba con nadie, no temía a nadie ni a nada. Era, fundamente, un hacha en los asuntos del corazón, pero sus reflexiones y sus opiniones también rozaban a políticos, banqueros, empresarios importantes, y jamás se arrugó. En este mismo periódico que Vds leen, un día me dedicó una parte de una de sus columnas. Dijo que no sabía por qué mi jefe de entonces tenía confianza en mí y que no tenía la calidad suficiente en la radio como para ocupar el sitio que ocupaba en el equipo. Realmente, no entendí a qué venía aquello. Primero, porque yo no soy famosa, ni una estrella, así que muchos de sus lectores ni me pondrían cara. Segundo, porque yo no era competencia para Jesús. Mariñas era un colaborador de campanillas y yo una redactora. Y tercero, porque jamás tuve un problema con él, ni un roce. Así que aquello me pareció desproporcionado, fuera de lugar, incomprensible y hasta injusto. Lo hizo cuando ya no colaborabaen el programa en el que yo trabajaba, de tal forma que tampoco tuve la oportunidad de hablarlo cara a cara. Hasta que un día me lo encontré en un paso de cebra. Me saludó muy cariñoso y le pregunté: Jesús, ¿a qué vino aquello? Y me respondió «no me lo tomes en cuenta, ya sabes cómo soy». Y siguió hablándome como si nada, con mucho afecto. Así que ahí quedó, zanjado. Nunca más le volví a ver en persona. Estos días me ha dado mucha pena saber que estaba tan enfermo, mucha pena imaginar a su marido, mucha pena esa despedida.Esa relación tan potente, tan libérrima y tan discreta al mismo tiempo. Así que, feliz vuelo, Jesús. Que se preparen para tu torrente de energía, de empuje, de acidez, de gracia, de picante. Van a recibir a un huracán.