Lo mejor de la pintura de William Turner ilumina el Mnac
► Una exposición recoge numerosos cuadros de uno de los grandes paisajistas de todos los tiempos
Es una de las grandes exposiciones de la temporada tanto por esperada como por la calidad de las piezas reunidas para la ocasión. Uno de los mejores paisajistas de todos los tiempos, Joseph Mallord William Turner, es el protagonista de una extraordinaria retrospectiva en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac) que abre hoy sus puertas y podrá visitarse hasta el próximo 11 de septiembre.
Con la colaboración de la Tate Gallery, el Mnac nos permite acompañar al artista por aquellos paisajes que le fascinaron, todo ello comisariado por el antiguo conservador jefe de Arte Histórico Británico de la institución, David Blayney Brown, y que incluye un centenar de piezas, entre pinturas, acuarelas, dibujos y grabados, procedentes del legado personal del artista, que donó al morir al gobierno británico.
Brown aseguró ayer, durante la presentación de la muestra en Barcelona, que no es habitual mezclar en una misma exhibición tanto los óleos acabados del pintor como sus esbozos. La importancia de estas últimas piezas radica en que que Turner nunca tuvo en la cabeza la idea de enseñar públicamente estos trabajos que, al fin y al cabo, no eran más que un material con el que «recordar lo que veía, desde un paisaje, a unas olas rompiéndose o una gran tormenta». Estos apuntes podían permanecer años guardados en un cajón de su estudio, hasta que un día decidía una composición y los utilizaba, utilizaba, como puede verse con una acuarela sobre la francesa Grenoble, que hizo en 1802, aunque no terminó el cuadro basado en la misma hasta 1820. En otro caso, el cuadro «La caída de una avalancha en los Grisones», expuesto en 1810, proviene de unos esbozos que tomó en el verano suizo de 1802, recreando un alud, que según Brown, nunca presenció.
Brown argumentó que este lienzo, además de por su calidad artística, sirve de ejemplo para mostrar «la imaginación y la capacidad de síntesis de Turner», a partir de sus propios bocetos.
Siempre estuvo interesado, según el comisario, en el paisaje, la naturaleza y «en el efecto que tiene la luz, los juegos de sombras que crea, cómo puede aniquilar las formas», sin que se pueda decir que fuera un pintor abstracto.
A su juicio, lo que marca la abstracción es «la eliminación de significado, pero la obra de Turner está llena de emociones», aunque no ha rehusado que sus bocetos y acuarelas pueden llevar al público a verlo como alguien «avanzado a su tiempo». En todo caso, subrayó David Blayney Brown, se trata del «pintor que quiere transmitir los elementos de la naturaleza y el gran pintor de la luz».
La exposición del Mnac se distribuye a lo largo de siete ámbitos temáticos, y sigue el desarrollo de sus composiciones, a partir de los primeros esbozos y hasta las acuarelas, óleos y grabados finales.
Interesado en los fenómenos atmosféricos, desde sus inicios en la década de 1790, Turner fue también un viajero por diferentes países europeos, con paradas que le marcaron en los Alpes suizos y Venecia, y que no dudó en mostrar la «insignificancia y pequeñez del ser humano en comparación con la magnificencia de la naturaleza». Tampoco obvió cómo la humanidad ha afectado y transformado el paisaje a lo largo de los años, dando testimonio del vapor, el humo y la contaminación provocados por la industrialización, como puede comprobarse en la acuarela «Espigón, con un barco de vapor en el mar a lo lejos», realizado hacia 1842-1845.
Entrelazamientos
En este recorrido por la obra de Turner, también se destaca que percibía sus composiciones como «entrelazamientos de luz y oscuridad», como en «Lago Buttermere, con la parte de Cromackwater, Cumberland, un aguacero», de 1798, un cuadro en el que utiliza los contrastes para resaltar «la grandeza de la naturaleza».
En la última de las salas, se incluyen cinco óleos, del final de su vida, de entre 1844 y 1850, que sumergen al espectador en las «telas resplandecientes» de esta etapa.
Antes de morir, se dice que Turner afirmó que «el sol es Dios», un elemento que fue central en su obra, su tema más representado y «el más bello de los seres», según dejó sentado.
Aprovechando la exposición de Turner, el Mnac presenta «El latido de la naturaleza», una selección de obras de su propia colección, comisariadas por Francesc Quílez y Aleix Roig, que muestran la fascinación que sentían artistas catalanes del siglo XIX por la naturaleza, desde Baldomer Galofre y Marià Fortuny a Ramon Martí i Alsina, Lluís Rigalt, Antoni Fabrés y Jaume Morera.
Turner siempre estuvo interesado en el paisaje, la naturaleza y el efecto de la luz
El museo también ofrece una selección de obras de su fondo con la naturaleza como tema