La Razón (Cataluña)

Del tsunami de Sangenjo al terremoto de San Jerónimo

- Toni Bolaño

TerminóTer­minó el tsunami de Sangenjo para el rey Felipe, pero los coletazos se harán sentir durante días. No gustó en Zarzuela, ni en Moncloa, ni a una buena parte de ciudadanos. Solo los entusiasta­s socios del Club Náutico se hicieron oír trasladand­o la imagen de que el rey emérito era recibido en amor y armonía. Nada más lejos de la realidad aunque los partidos de la derecha –mal vamos si la Corona se sustenta solo en un segmento político– se han empecinado en vestir la visita de Don Juan Carlos como un hecho natural como si no existiera su fraude a Hacienda, siendo jefe del Estado, la Espada de Damocles del juicio que Corinna Larsen en Gran Bretaña, o el auto del fiscal que ponía en cuestión su labor aunque desistía de iniciar un proceso judicial porque los hechos ocurrieron cuando era inviolable. Para la Zarzuela ha sido un dolor de cabeza porque la «privacidad» ha sido un oxímoron y el avión privado que utilizó para el viaje augura males mayores porque, no lo duden, la gran incógnita es saber quién lo pagó.

En estos días, hemos oído, y mucho, que sin cortapisas judiciales Don Juan Carlos no puede moverse por dónde quiera si lo hacen los independen­tistas indultados por Sánchez o los exetarras. Una respuesta: el Rey Don Juan Carlos era el jefe del Estado y con su actitud lo dejó a los pies de los caballos, al Estado y a la Corona, y los independen­tistas catalanes y vascos han pasado por juicios y más juicios, forman parte de partidos legales y tienen representa­ción en el Congreso de los Diputados porque, lo que son las cosas, la gente les vota. Al Rey no, y el Rey no ha pasado la prueba del algodón de los tribunales.

España es un país de resacas. Superado el tsunami, el jueves se abre una nueva pantalla: la crisis del CNI. El presidente Sánchez subirá a la tribuna con líos entre los suyos. Con los socios de investidur­a y con los de Gobierno. No se ha reunido con Aragonés, Aragonés, no ha dado explicacio­nes plausibles sobre el qué y el por qué, y menos del para qué, y tampoco ha definido por qué fue cesada la directora del CNI si hizo lo correcto. Aquí el PP y VOX lo zarandeará­n y solo tiene un conejo en la chistera: los arrumacos –indecentes– de Puigdemont con los enviados de Putin. Sánchez preguntará por qué recibió al enviado de Putin en el Palau de la Generalita­t el día antes de convocar el referéndum y por qué ese día cambió de opinión: de elecciones a referéndum. ¿Tuvo algo que ver el enviado del sátrapa ruso?

Poca munición, aunque grata para ERC. Hoy, Pere Aragonés, cumple un año de Govern. No ha sido para tirar cohetes en gestión, de perfil muy bajo, pero sin rotos irreversib­les. La bronca interna es una constante y en el Govern los socios mantienen tensas relaciones en lo político y en lo personal. Casi ni se hablan. Y con el ejecutivo de Sánchez mano de hierro con el fin de convertirs­e en adalid del independen­tismo ante la fragilidad de sus socios. Aragonés quiere ser el interlocut­or. Por eso, no rompe la Mesa de Diálogo, pero tensa la cuerda en la ampliación del aeropuerto, la reforma laboral, el 25% de castellano en las escuelas o las medidas contra la guerra.

El jueves, ERC se hará oír en el Congreso. Marcará de nuevo su perfil, mirando de reojo a Junts. Un partido que el 4 de junio elige a una imputada, Laura Borràs, que quiere dar un primer paso consultand­o a sus bases sobre la continuida­d del Govern. Será llamada a juicio en breve y si ERC tiene la intención de sacarla de la presidenci­a del Parlament, ella tiene la intención de romper el Govern. Ante esto, Aragonés seguirá apretando a Sánchez, que el jueves tendrá que emplearse a fondo si quiere que los republican­os vuelvan al redil. No lo tiene fácil. Tenemos terremoto.

El jueves se abre una nueva pantalla: la crisis del CNI

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