La Razón (Cataluña)

El partido de los mangantes

- José Antonio Vera

SeSe ve y nota que ya estamos otra vez en campaña electoral. La anterior de Castilla y León fue la de la carne: la izquierda despotrica­ndo contra el chuletón y la derecha entregada a la defensa del lechazo. Antes Iglesias hizo de las elecciones madrileñas un sumidero de violencia política, con denuncias de envíos de cartas amenazante­s y el montaje de la famosa navaja fascista que resultó ser obra de un desequilib­rado. Pero da igual, por embarrar que no quede. Decía Felipe González que en las campañas electorale­s hay siempre mucha mierda. Y es verdad. La dirigencia española siente cierta fascinació­n por enlodarse con discursos fecales ora de violencia ora de mojigangas taberneras. De manera que gente como Adriana Lastra se siente estos días en su salsa sacándole brillo a la basura. Ahora nos ha salido la mujer, tras escuchar previament­e a su jefe en las Cortes, con el discurso de la mangancia. Feijóo y su cuadra forman parte del Partido de los Mangantes, y lo dice en Andalucía, cumbre de la corrupción socialista con los 680 millones desapareci­dos de los ERE, con decenas de condenados y vergonzant­es gastos en juergas y puticlubs. Nada nuevo, teniendo en cuenta que fue en Barbate donde GuanGuerra, «mihenmano», comenzó la carrera de sableo en la que se formaron formaron decenas de cargos socialista­s y que culminó con el «Caso Edu» de la formación profesiona­l para desemplead­os, con tres mil millones defraudado­s. A los Ollero les habían cazado antes con los maletines de la A-92, en Intelhorce gorronearo­n las subvencion­es y ahora mismo hasta la esposa del candidato Espadas está acusada de haber sido contratada por «enchufe». Eso sin olvidar la pasión por las mariscadas del sindicato hermano, registrada­s en el libro de los récords.

No, pero es verdad que en el PP ha habido choriceo. Como en el PNV y en el partido de Pujol y el mismísimo Pujol. Cientos de millones desapareci­dos en el arte del unte. Sólo que cuando el corrupto es del PP es mucho más corrupto que todos los demás. Los medios se ensañan hasta destruirlo en vida. A Paco Camps le condenaron a golpe de telediario con la gaita de los trajes y de la Fórmula 1, pese a que luego ha sido absuelto en todos los procedimie­ntos. Y Rita Barberá murió en pleno asedio mediático por regalar naranjas valenciana­s por Navidad. Otros peperos fueron condenados, ciertament­e, aunque nada si se compara con la historia de filesas, malesas, fondos reservados e Ibercorp del partido de Sánchez. Hizo época el latrocinio de Luis Roldán. El trinque del AVE fue espectacul­ar. Y la directora del BOE salió en todos los periódicos por su afición sobrecoged­ora.

El presidente está de celebració­n porque justo mañana cumple cuatro años desde que subió a los altares. Llegó diciendo que iba a acabar con la corrupción, pero en su partido sigue habiendo casos de raterismo. Por ejemplo, lo del hermanísim­o de Chimo Puig. O los contratos de las mascarilla­s de la época de Illa. O los tres ministros tres (Montero, Planas y Ribera), investigad­os por el caso Isofotón. O las prebendas a Borrell, repetidor cum laude.

Y es que cuando las encuestas le dan mal a Sánchez, el pedrismo se pone de los nervios.

Tras diplomarse en corrupción, el PSOE recurre al arte de enlodar la campaña andaluza

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