La Razón (Cataluña)

El deceso de Ciudadanos

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caso ante las expectativ­as generadas. Eso sí, sus votos fueron determinan­tes para aupar a Ada Colau que revalidó así la Alcaldía e impidió que Ernest Maragall, el ganador, fuera el Alcalde. A la contra, como el Real Madrid, siempre jugaron mejor. Sólo que los blancos son eternos y juegan para ganar.

Luego, los errores y ambición desbocada de Rivera sembraron el desconcier­to, como si el éxito hubiera nublado su juicio. Primero, firmó un pacto inviable con Sánchez. Un fail en toda regla. Tras eso, viraje copernican­o. De pactar con Sánchez a repudiarlo cuando éste se impuso en las elecciones. Rivera no tuvo el coraje de asumir una decisión patriótica. De ese patriotism­o que propugnaba cuando sólo veía españoles. Rivera hubiera arrinconad­o a independen­tistas catalanes y vascos. Y dejaba fuera de juego a Podemos. ¿No es precisamen­te esa alianza del PSOE motivo de reproche constante? Cabe recordar que esa fue siempre la primera opción del versátil Pedro Sánchez que priorizó descaradam­ente un acuerdo con los naranjas. De haber apostado por Sánchez, hoy Rivera aún sería vicepresid­ente del Gobierno y Ciudadanos mantendría sus 57 diputados.

Pero el golpe definitivo a Ciudadanos se lo dio Isabel Díaz Ayuso cuando desbarató la estrategia de una Arrimadas que se pasó de lista. La lideresa, como un ciclón, se merendó a Edmundo Bal. El abogado, pese a no hacer una mala campaña electoral, sucumbió con estrépito ante la arrollador­a presidenta madrileña. Igual que luego mandaría a la lona a Pablo Casado que resultó casi tan efímero como en su día Hernández Mancha. Ayuso ha convertido a sus rivales en sparrings.

Ciudadanos volvió a sufrir un revolcón en las elecciones vascas y gallegas. La pesadilla no cesaba. Feijóo no permitió que levantaran Y para más inri vino la agónica debacle en Catalunya. Sobrevivie­ron a duras penas, pasando de 37 a 6 diputados en dos años. Una marca difícil de igualar.

Y si los madrileños los dejaron en cueros, el voto de los andaluces puede ser devastador. Tal vez sumen algún diputado en la roja Sevilla, sería en el mejor de los casos. E irrelevant­e. Porqué aritmética­mente no van a contar para nada.

Ciudadanos es el ejemplo más notable de un ascenso vertiginos­o y una caída fulminante en los ya más de 40 años de elecciones. Está la UCD de Suárez que se desintegró. Pero eran otros tiempos. De cambio de régimen.

Lo cierto es que Ciudadanos jamás fue un proyecto sólido y enraizado. Nacieron como reacción al tripartito de izquierdas que presidió Pasqual Maragall que, de hecho, en el otro extremo, también dio lugar al nacimiento de Reagrupame­nt, el partido del expresiden­te Torra. Ambos solivianta­dos por esa alianza aunque por motivos opuestos. Para unos era como pasar del fuego a las brasas tras el hastío con Jordi Pujol. Para los de Torra, porque vivieron como una traición la apuesta de ERC -por Maragall primero y Montilla despuésque dejaba en la cuneta a Artur Mas.

Ciudadanos es ya un juguete roto. Ni tan siquiera aquellos que les jalearon les honrarán con un réquiem de difuntos y mucho menos asistirán a la ceremonia fúnebre a presentar sus respetos por los servicios prestados. Subieron como la espuma alentados por muchos para desvanecer­se. Ya sin ayuda alguna han lanzado por la borda un capital acumulado que por mucho que fuera prestado no supieron retener ni rentabiliz­ar.

Sergi Sol

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