La Razón (Cataluña)

Toreros serios y exigentes samueles

Morenito de Aranda y Fernando Robleño saludan con un complicado encierro de Isabel y Samuel Flores, que vuelve nueve años después a San Isidro

- Patricia Navarro. MADRID

NueveNueve años después volvía la ganadería legendaria de Samuel Flores a Madrid, a pesar de que lidió la mayoría de sus toros con el hierro de Isabel Flores, mujer de Adolfo Suárez Illana. El primer toro, con el que confirmaba alternativ­a Damián Castaño, puso las cosas muy difíciles. A izquierdas, imposibles. El astado, de grandes dimensione­s, propio del encaste, embestía por ese pitón entre la barriga y el pecho. No había otra opción. Un regalo. Por el derecho, por donde pasaba más de largo, tardó poco en acabar por desentende­rse. A Castaño le cerró cualquier puerta a la ilusión y le puso más de una barrera para salir con sus cuerpo entero.

El sexto tampoco se lo puso fácil. De media y brusca arrancada argumentó el salmantino su faena con arrojo. Intentó alargar Damián Damián el viaje y sudó lo suyo con el toro que cerró plaza.

El segundo hizo un amago de saltar de salida, que debió ser mortal para los que estaban abajo. Repitió después con menos ímpetu. Era el turno de Fernando Robleño, todo un clásico de esta plaza. El de Isabel Flores hizo pasar lo suyo a la cuadrilla, muy a la espera y paradote y de media arrancada llegó a la muleta. No dejó muchos huecos a Robleño para el lucimiento.

Espectacul­ar de pitones fue el cuarto. De esos que si haces cálculos de verdad no entra en la muleta. El toro más cornalón de toda la feria. Una exageració­n. Un infierno pensar, nada más verlo, en tener que pasar por ahí a última hora. La muleta tampoco fue fácil, porque el de Samuel Flores iba muy informal y sin querer humillar, con muchas complicaci­ones. Aquello estaba bastante alejado del toreo, suficiente hacía con pasar el trago y justificar­se Fernando. Era una odisea que la inmensidad del toro entrara en la pequeñez del engaño y una gesta meterla la espada. Increíble. Y hacerlo arriba.

Emoción

El tercero, que era muy abierto de cara, fue devuelto y sustituido por otro de José Cruz. Lo esperó Morenito de Aranda con la diestra en el centro del ruedo. El toro tenía movilidad a raudales y emoción. En pleno viaje, comenzó a perder las manos el animal y la faena no llegó a levantar el vuelo. Más ritmo mantuvo por el zurdo y salvo una tanda, ligada y profunda de Morenito, el resto se le ensució. Con la estocada se fue derecho.

Apretó y se le dio en el caballo al quinto, con el que Fernando Sánchez se desmonteró. El de Flores fue exigente, no regaló nada, pero todo lo que se le hacía era emocionant­e por ese difícil equilibrio entre querer irse y la brusquedad de cada arrancada. Era uno de esos esfuerzos que podían tener recompensa. Morenito fue tragando poco a poco, entrando en la faena con el animal hasta pegarle una tanda de naturales, ya al final muy centrado.

La tarde pesó una barbaridad. Había sido una losa. Serios toreros con exigente corrida.

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ALFREDO ARÉVALO/PLAZA1 Morenito de Aranda, en un derechazo, ayer en Las Ventas

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