La Razón (Cataluña)

Morante se va a pie pero revienta Madrid

El sevillano corta un trofeo tras un faenón de dos en la Corrida de Beneficenc­ia de Las Ventas y ante los toros de la ganadería de Alcurrucén

- Patricia Navarro.

LAS VENTAS. Corrida de Beneficenc­ia. Lleno de «No hay billetes». Toros de Alcurrucén. El 1º, a la espera y deslucido; el 2º, de honda arrancada; el 3º, noble, bueno y a menos; el 4º, noble, repetidor, con clase y escaso poder; el 5º, sin entrega ni poder; el 6º, rajado y a la huida.

Morante de la Puebla, de grana y oro, dos pinchazos, pinchazo hondo, media, descabello (silencio); estocada, dos descabello­s (oreja).

El Juli, de berenjena y oro, pinchazo, estocada trasera y caída, descabello (saludos); cuatro pinchazos, estocada, (silencio).

Ginés Marín, de azul noche y oro, estocada tendida, dos descabello­s (saludos); estocada (saludos).

VolvíaVolv­ía Beneficenc­ia. Y Morante después del volteretón el pasado domingo en Aranjuez con un toro de La Quinta. Uno de esos que no perdonó. A la vuelta de un pinchazo, de perder el engaño, la desnudez se paga cara en el ruedo, lo prendió de mala manera. El lunes tenía firmada una corrida y presentó parte de baja. Madrid aguardaba. Y el Rey en su Palco. Con Ayuso y Antonio Bañuelos. Brindó Morante a su Majestad largo, a pesar de que sólo se enteraban las cámaras. Luego el toro, que ya había tenido un tibio paso por el caballo, esperó en el tercio y desesperó al de La Puebla en una faena anodina, corta y deslucida. No había Alcurrucén, no hubo toreo.

Había que esperar. Los tiempos a veces los marca el destino para definirlos para siempre. Se llama memoria colectiva el lugar al que van a parar los grandes acontecimi­entos. De ahí no salen. Perduran. No mueren.

Fue lo que pasó en el cuarto. Colorao, muy de la casa, se quedó corto en el capote, porque guardaba la grandeza para la faena de Morante. Madrid se entregó al de La Puebla, mientras el Alcurrucén surcaba con ritmo mexicano la arena en el engaño de Morante y el de Sevilla formaba un lío por el que Madrid roncaba, como solo esta plaza lo hace. Morante aquí hace patria. Fue todo despacio, suave, transcurrí­a la vida a cámara lenta, una brisa, la improvisac­ión de cada momento, el toreo que quiere morir a la cadera porque las líneas tienen oles pero no parten en dos las emociones, los de pecho a la hombrera, naturales de uno en uno, cruzado al infierno de la gloria, escalando al infinito, trepaba la emoción, ligadas las tandas, cosidas, cosidas, un adorno, un recuerdo, un querer. Algún aficionado que buscaba explicació­n de lo que no la tiene. Un buen cómplice tapado por un grandioso torero que se podría haber ido a hombros de Madrid de haber encontrado la determinac­ión con la espada. La buscó y de hecho hubo encontrona­zo fatal en la suerte, pero se dilató la cosa y quedó en trofeo. Reventó Madrid, aunque saliera andando. Los demás flotábamos, aún pasado el tiempo.

A El Juli se le esperaba por méritos propios. En dos de dos ocasiones la había liado en Madrid. Nada menos. Se le notaba crecido. Creído. Seguro. El segundo, berrendo en negro, fue un toraco, que hubo que darle tiempo, algo propio de este encaste Núñez para que sacará las hondas embestidas que llevaba dentro. Juli no estuvo tan macizo como las otras tardes, pero fue una imperfecci­ón emocionant­e. Una fórmula magistral que llega a los tendidos. Quiso torearlo con la mano muy baja, arrastrand­o media muleta por la arena y eso va directo al corazón de Madrid Quiso siempre, encontró mucho, se atascó con la espada que tiene maldita en este San Isidro, el mejor de toda su trayectori­a. A veces hace falta una vida para llegar hasta aquí.

Brindó a Emilio de Justo el quinto, a quien sustituía. El toro se dejó hacer, pero falto de entrega y transmisió­n y la decorosa faena de Julián se fue desvanecie­ndo.

Ginés Marín había quitado con brillantez en el de El Juli y comenzó bonita la faena del tercero. Fue

lo mejor. El toro tenía boyantía y también nobleza. Se apagó un poco después, con ese punto que tiene Alcurrucén que más que dar las embestidas hay que ir a buscársela­s y Ginés apostó más por una faena versátil, de adornos y florituras que por una estructura férrea.

El sexto se rajó, a la huida y por esos derroteros defendió el extremeño Ginés Marín la faena. Morante de la Puebla había reventado Madrid. Y el oxígeno estaba más denso, su toreo era un recuerdo aplastante. Uno de los carteles más esperados del año y ante la presencia de Felipe VI, el sevillano no podía fallar.

EL CARTEL DE HOY

Se lidian toros de la ganadería de Fuente Ymbro para los matadores Juan Leal, Joaquín Galdósy Rafael González.

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ARÉVALO/PLAZA 1 Morante de la Puebla da un natural, ayer en Las Ventas, a uno de los de Alcurrucén

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