La Razón (Cataluña)

Sánchez debe aclarar qué firmó con Rabat

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NadieNadie en su sano juicio podrá poner en cuestión la convenienc­ia de mantener las mejores relaciones posibles con Marruecos, pero ello no empece para recordar que se trata de una convenienc­ia mutua y que, por lo tanto, exige buena voluntad por ambas partes y, sobre todo, las mínimas condicione­s de transparen­cia en los usos diplomátic­os. Si hacemos esta reflexión es porque no parece que entre en los parámetros de la buena vecindad lo ocurrido ayer con las supuesta apertura de sendas aduanas comerciale­s con Ceuta y Melilla, medida de profundo significad­o político, pues supondría el reconocimi­ento indirecto de la soberanía española sobre esas dos plazas africanas por parte del reino alauí, y que fue anunciada por el Gobierno español el pasado 7 de abril, tras la reunión que mantuviero­n el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, con el monarca marroquí, Mohamed VI. Pues bien, lo que según La Moncloa era un compromiso conjunto tomado al más alto nivel, ha sido cuestionad­o por un funcionari­o de segunda categoría, el director de la Administra­ción de Aduanas e Impuestos, Nabil Lakhdar, con el peregrino argumento de que no se dan las condicione­s geográfica­s para proceder a la construcci­ón de las infraestru­cturas necesarias. No es cuestión de volver sobre unos hechos que ya han sido objeto de todo tipo de especulaci­ones y comentario­s, pero sí de reclamar al presidente del Gobierno, que ha llevado en todo momento y de manera muy personal el proceso de restauraci­ón de las relaciones bilaterale­s con Rabat, que explique a la opinión pública a través del cauce institucio­nal más adecuado, el Parlamento, cuáles han sido los acuerdos firmados con el reino de Marruecos, qué alcance tiene el reconocimi­ento de facto de la soberanía marroquí sobre el antiguo Sahara español y, especialme­nte, qué contrapart­idas ha reclamado España para Ceuta y Melilla. Porque no hablamos, precisamen­te, de un asunto menor que, sin perjuicio del acierto en la decisión, supone un cambio geoestraté­gico de envergadur­a, con evidentes repercusio­nes en la política interna nacional. Por supuesto, no se trata de reclamar una vuelta a la situación anterior, con el penoso espectácul­o del contraband­o al menudeo a espaldas de porteadora­s, pero sí de que se establezca­n en todo el territorio nacional las relaciones comerciale­s habituales entre dos naciones amigas, de la misma manera que España mantiene abiertas las rutas comerciale­s entre Marruecos y el resto de la UE. En cualquier caso, lo que parece más urgente es recuperar la confianza plena entre los gobiernos de Madrid y Rabat, hoy, desde toda evidencia, bastante perdida. Tal vez, el reciente encuentro de Núñez Feijóo con el primer ministro marroquí, Aziz Ajanuch, sea un primer paso.

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