Serra y Seurat, rivales solo sobre el papel
J. Ors
SeuratSeurat comprendió que el dibujo también era el papel que lo sustentaba y que, al igual que la línea, el trazo o el pulso, la gravedad que manda en un esbozo o en un apunte está marcada por el carácter y el peso de su soporte. Seurat, sin percibirlo, descubría este valor «escultórico» invisible que, hasta que reparo en él, había permanecido desconocido, ignorado o yacía, de una manera discreta, en un prudente segundo plano. Con esa curiosidad impulsora que anida en los grandes artistas, que de alguna manera, empezó a evaluar las inmensas posibilidades que le abría este hallazgo.
Pronto dedujo que las características de los distintos tipos de papel añadían una dimensión inédita y reveladora a su obra gráfica. Muchas décadas después, Richard Serra entendió bien el pensamiento de este maestro del puntillismo y se convirtió en un rápido entusiasta de él y del sendero que había abierto. El Museo Guggenheim de Bilbao acoge desde hoy una exposición,comisariadaporLucíaAguirre y Judith Benhamou, que enfrentaaestosdosnombresreferenciales del arte con tantos puntos en común como estilizaciones opuestas. Este «Serra/Seurat» recoge ochenta y un dibujos del primero, denominados «Ramble» (es la primera vez que se enseña al público semejante número de obras procedentes de esta serie, datada en 2015), y veintidós del impresionista que dan cuenta de su carácter pionero y emprendedor. De hecho, la obra en papel de Seurat no pasó desapercibida. La demostración es que varios de los trabajos suyos que se exponen aquí tuvieron notables propietarios: Picasso, Signac, Matisse, Henry Moore y el propio Serra.
Seurat nació con la pulsión de encontrar caminos nuevos, por ello decidió emanciparse de las lecciones limitadoras de los maestros y emprender el sendero autónomo de los autodidactas. Durante un trienio se dedicó a moldear en el dibujo un estilo propio que acabó plasmándose en una fascinante colección de obras. Eligió un papel hecho a mano, el «Michallet», que tiene una identidad particular por sus atractivas irregularidades. Su textura de carácter pesado y ondulaciones, que apenas se aprecian a simple vista, sí que las notaba la barra de conté que Seurat deslizaba por su superficie y que terminaban sacando a la luz estas particularidades hoy tan apreciadas.
Alumbró un estilo inesperado, de mucho realce, trabado por toda la variedad cromática que esconde el blanco y negro. Concedió relevancia a la atmósfera de sus composiciones y a la actitud de los personajes. Dio mayor envergadura al blanco y negro, al volumen y las sombras. Es en este último punto donde se encuentra con Serra. Él imprime a sus dibujos un perfil distinto donde se ha prescindido de la figura. Tiene aristas más experimentales, trabaja con papel japonés, en el que resulta muy sencillo percibir sus accidentes. Serra, al contrario que el francés, prescinde de la figura. Su trabajo, en realidad, está determinado por una vocación experimental y conducido por la investigación, que es donde puede subrayar todos los cromatismos y estelas que reúne el blanco y negro.