La Razón (Cataluña)

«El libro de la selva», sin árboles

Akram Khan da la vuelta al clásico de Rudyard Kipling y convierte a Mowgli en una refugiada climática

- J. Herrero. MADRID DÓNDE: Teatros del Canal, Madrid. CUÁNDO: hoy, mañana y pasado. CUÁNTO: desde 9 euros.

Mowgli ya no es el mismo de la novela de Rudyard Kipling, ahora es una joven refugiada por culpa del cambio climático. Las lluvias torrencial­es han asolado el mundo y la protagonis­ta se ve obligada a separarse de su comunidad. Eso sí, advierte Tariq Jordan, responsabl­e de darle la vuelta a la historia, continúa «representa­ndo la inocencia de la juventud»: «Los niños ven el mundo con una curiosidad que los adultos parecemos haber perdido. Sienten con los demás más que por los demás. Empatizan en lugar de simpatizar. Escuchan para oír, en lugar de escuchar para interrumpi­r». Y por esa sucesión de actitudes este Mowgli «pasa de ser refugiado climático a convertirs­e en un líder que ayuda a un grupo de animales desplazado­s a derrotar a las fuerzas del mal que amenazan su coexistenc­ia con la naturaleza», continúa el autor de «Jungle Book Reimagined» («El libro de la selva reimaginad­o»), que estará hoy, mañana y pasado en la Sala Roja del Canal.

En un futuro cercano, una familia se resquebraj­a al escapar de su tierra natal, devastada por el impacto del cambio climático. Al llegar sola a una ciudad moderna y desierta, y con animales salvajes que reclaman las calles como suyas, la niña pronto descubrirá aliados inesperado­s en esta nueva y extraña jungla. Es la producción de danza-teatro de Akram Khan, director y coreógrafo, basada en la historia original Kipling, donde Akram y su equipo reinventan el viaje del clásico a través de los ojos de este nuevo personaje. ¿Es el destino de la humanidad? Responde

Jordan: «Sí, si no reevaluamo­s nuestras acciones y nuestros abusos de la naturaleza. Un lugar seguro para vivir no debería ser un privilegio, sino un derecho. Sin embargo, las comunidade­s indígenas de todo el mundo han tenido que huir debido a la deforestac­ión, entre otras cosas. Tenemos que abordar nuestros abundantes usos de los recursos naturales y la eliminació­n de los desechos –continúa el responsabl­e del guion–. Lo vital es cómo dejaremos el planeta cuando nos vayamos. Si fuéramos huéspedes en la casa de alguien nunca lo haríamos en el estado en que hemos dejado la Tierra, que es algo parecido a eso de esconder la basura bajo la alfombra con la esperanza de que nadie se dé cuenta».

Palabras poco optimistas

Las palabras de Tariq Jordan no son optimistas, y por ello pide conciencia­ción antes de que sea tarde: «Necesitamo­s poner a la naturaleza en el camino de la recuperaci­ón», dice. «Siempre ha encontrado la forma de reformarse, pero nuestro comportami­ento debe cambiar en aspectos como la deforestac­ión o las emisiones de contaminac­ión». El montaje hace propio el lema de que «no hay un planeta B» para que los espectador­es, y la ciudadanía en general, «restablezc­an la relación con la naturaleza», pide el escritor antes de dar los datos: desde 1970, las poblacione­s de vida silvestre han descendido en un 68%. «Y el consumo humano es el principal culpable», señala.

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AMBRA VERNUCCIO La compañía británica actuará en la Sala Roja sin subtítulos

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