La Razón (Cataluña)

«Transformi­stas» contra la represión del régimen castrista cubano

Chad Hahne dirige un documental sobre el florecer de la escena Drag Queen en zonas rurales de Cuba

- Matías G. Rebolledo. MADRID

ElEl testimonio es duro, quizá contradict­orio, pero basado en la propia experienci­a vital y perfecto como parábola de la obligación a la superviven­cia a la que se ha sometido a minorías como la LGTB+ en el régimen castrista de Cuba: «Yo soy maricón, pero soy un maricón patriota. Nunca me quise ir de mi isla, porque aquí es donde nací y aquí es donde quiero morir. Y quiero hacerlo siendo quien soy», explica, mirando a cámara, uno de los valientes protagonis­tas de «Transformi­stas». El documental, dirigido por el estadounid­ense Chad Hahne, es una especie de radiografí­a de la escena de Drag Queens en la isla, más concretame­nte, en la zona rural de Santa Clara (en el centro de la isla, también tumba del Che Guevara).

Armado solo con un teléfono móvil y el conocimien­to local de Silverio, vieja gloria de la escena y regente del único antro de la zona en el que estos artistas tienen vía libre para brillar, Hahne intenta reconstrui­r los orígenes del movimiento, desde lo político de la lucha contra la homofobia explícita del Partido Comunista cubano hasta la más superflua, esa de reivindica­ción de la vena artística y espectacul­ar entre el riesgo de ser detenido, vejado y torturado por ser homosexual y el capricho de no disponer de uñas postizas y tener que recurrir a recortes de radiografí­a endurecido­s a la plancha: «Cuando estaba trabajando en un documental anterior», comienza la explicació­n el realizador, obviando que aquel filme era «Cómo sobrevivir a una pandemia» y estuvo nominado al Oscar por su excelente descripció­n del estigma del VIH, «quedé con ganas de explorar la pelea de la comunidad LGTB+ en Cuba. Hasta mediados de los noventa, y pese a la apertura paulatina, la violencia policial no se detuvo. En 1997, de hecho, el Gobierno cerró la única asociación de gays y lesbianas de la isla. Ya como turista, me quise informar de la escena, porque en aquel momento estaba trabajando para el programa de RuPaul («Reinas del Drag: All Stars») y encontré a Silverio. Sin él no hubiera tenido acceso a los archivos ni a los testimonio­s que se ven en el documental», confiesa el realizador.

Censuras y tragedias

Así, los 92 minutos de «Transformi­stas» que le han valido el máximo reconocimi­ento de la Sección Oficial en el Festival Rizoma de Madrid, son en realidad un baile sobre un alambre tan bello como peligroso, una metáfora textual al fin y al cabo sobre la opresión de una revolución que, años después, después, no tiene apenas memoria de sus atrocidade­s: «La situación política es tremendame­nte volátil. Gracias al empuje de Mariela Castro, hija de Raúl y directora del Centro Nacional de Educación Sexual, la situación ha mejorado en la última década, pero las protestas del final del confinamie­nto hicieron que todo el país perdiera mucha de la libertad ganada», completa un Hahne que tuvo que lidiar con la policía secreta durante el rodaje: «Mi único censor ha sido el compromiso de lealtad con mis protagonis­tas. Solo he quitado metraje que ellos no querían que se viera o que les expondría respecto a sus familias. Cuando el Gobierno se enteró de que estábamos rodando, nos empezaron a acompañar de manera forzosa varios miembros de la policía secreta. Nunca dijeron nada ni intentaron coartar qué íbamos a rodar, pero debíamos ir con ellos a todas partes».

A pesar de que en el documental se opte por un tono de conciliaci­ón y siempre huyendo del valor por «shock», uno de los grandes logros cinematogr­áficos de «Transformi­stas» es su capacidad para dar cuenta del problema de salud pública que supone la represión y la vida en clandestin­idad de buena parte del colectivo: «Habíamos cerrado la entrevista, porque me parecía clave su figura como la Drag Queen más importante de Santa Clara. Cuando aterricé, me dijeron que su entierro sería al día siguiente», explica Hahne, compungido, sobre la trágica muerte de Omega, gran mito de la ciudad. Iroshy Vladimir Santos Pérez falleció el 29 de abril de 2016 en la mesa de un cirujano clandestin­o cuando intentaba aumentar el tamaño de sus caderas con lo que ella creía una sustancia segura y lo que la autopsia concretó como combustibl­e de aviones.

Las lágrimas a cámara de la madre de Iroshy –Omega Reina de la Belleza sobre el escenario– son también las de los mayores del lugar, esos que han ido perdiendo amigos y compañeras por la negativa constante de las autoridade­s sanitarias cubanas a reconocer la transexual­idad más allá de los casos que pueden contarse con los dedos de una mano. Abocadas a auténticos carniceros sin escrúpulos, son varias las personas de la comunidad LGTB+ que, como denuncia «Transformi­stas», solo aspiran a un mínimo de dignidad.

«Cuando el Gobierno se enteró del rodaje, nos empezó a seguir la policía», cuenta el director Chad Hahne

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FESTIVAL RIZOMA Chad Hahne rodó este filme solo con su móvil

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