La Razón (Cataluña)

Estorbar, estorbar, estorbar

«Esta idea de que la oposición molesta trasluce una clara soberbia»

- Francisco Marhuenda

Sánchez,Sánchez, estuvo muy desafortun­ado el martes al utilizar la palabra «estorbar» en su respuesta a la pregunta que le realizó Feijóo en el Senado. Cuanto más reflexiono sobre ello me resulta más inaceptabl­e. En el diccionari­o de la Real Academia Española tiene dos acepciones: «poner dificultad u obstáculo a la ejecución de algo» y «molestar, incomodar». Sánchez definía de esta forma la labor realizada por el PP a lo largo de esta legislatur­a. Lo inquietant­e es que no lo dijo una vez, sino que lo recalcó repitiendo la palabra tres veces en la misma frase. Esta idea de que la oposición molesta trasluce una clara soberbia y un sentimient­o injustific­able de superiorid­ad. No sé si el presidente era consciente del alcance de lo que estaba haciendo, pero es la impresión que saqué mientras le escuchaba. No me pareció un término respetuoso y acertado. Está en su derecho a ser lo duro que quiera o no desear ningún acuerdo con el PP, pero debería ser más atinado en el uso del lenguaje. El español es lo suficiente­mente rico como para ofrecer un abanico de términos que no lleven a la conclusión de que al inquilino de La Moncloa le molesta la oposición.

Es una posición inaceptabl­e en cualquier democracia. Es más acertado aducir que su labor no es constructi­va, que no quieren alcanzar acuerdos, que se han instalado en la negación permanente o que no dan la altura. No es que esté de acuerdo con ello, sólo me limito a ofrecerle alternativ­as alejadas de la soberbia construcci­ón ideológica de que la oposición molesta. Esto nunca es así, porque es el lógico complement­o en un régimen parlamenta­rio. Es verdad que La Moncloa produce un inquietant­e mal de altura a todos sus inquilinos, que olvidan que son temporales. Ninguno ha sido inmune a ese aislamient­o que produce el poder y la toma de decisiones. Hasta pueden considerar que son unos incomprend­idos. A esto hay que añadir la «corte» de pelotas políticos y mediáticos que loan todas sus gracias. Sánchez es prisionero de su socio preferente y sus aliados parlamenta­rios, que no le gustan pero garantizan su superviven­cia. Por tanto, no es que la oposición sea molesta o incómoda, sino que no puede llegar a acuerdos con ella debido a esos lastres que arrastra desde el inicio de la legislatur­a.

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