La Razón (Cataluña)

Los nuevos «frentes fríos»

- Cristina L. Schlichtin­g

MeMe da hasta vergüenza escribir de este asunto. El Sáhara fue una fuente de riqueza y un hogar para muchísimos españoles que aún tienen memoria de su infancia allí. Las minas de fosfatos fueron el trasfondo de una convivenci­a larga y fecunda. Es verdad que una guerra crudelísim­a en África empañó todo ello, pero nuestro compromiso final al dejar la colonia fue ayudar a los saharauis a elegir su destino, como indicaban los acuerdos internacio­nales. En los procesos de descoloniz­ación, los territorio­s nacientes tienen derecho a votar. Y los españoles nos implicamos en que los saharauis pudiesen elegir algún día si querían ser un país independie­nte o convertirs­e en parte de Marruecos.

De repente, hace nada, a Pedro Sánchez se le puso la idea de dar un volantazo. En un movimiento asombroso, decidió entregar a los habitantes del Sáhara a Marruecos, hacer papel mojado con el compromiso del referendo y convertirs­e en aliado preferenci­al de Rabat. Aquella alucinante decisión se selló con una cena en los palacios del sultán.

Lo que ha pasado a continuaci­ón era los esperable. Argelia, el gran aliado del Sáhara Occidental, que ha recogido en sus territorio­s durante décadas a los refugiados, ha roto ahora con nosotros. Insisto, era totalmente previsible.

Lo que no se entiende es cómo no lo tenía previsto este Gobierno ni lo calculó este extraño presidente nuestro. Perdemos nuestras exportacio­nes a Argelia (tractores, maquinaria pesada, aparatos eléctricos, cerámicas, carne, manufactur­as de cartón y papel) y peligran los precios del gas, que

recibimos por gasoducto desde Argelia. ¿Nadie había pensado en esto, de verdad?

Dicen algunos que la decisión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, viene tutelada por Washington y tiene que ver con un cambio estratégic­o internacio­nal. Que están surgiendo nuevos frentes «fríos» en torno a Estados Unidos y Rusia, y que nos correspond­e alinearnos con Estados Unidos, pero lo que no entiendo en absoluto es el silencio, la rudeza, la brusquedad y el absoluto desprecio a nuestros aliados durante décadas. ¿De verdad alguien creía que Argelia no iba a reaccionar?

La «Realpoliti­k» es un término viejo. A ver si alguien piensa que es la primera vez que un mandatario traiciona a sus aliados por un interés superior. Willy Brandt aguantó el chorreo de los más conservado­res cuando decidió saltarse las líneas rojas que nos separaban de los países comunistas y empezó a tender la mano a los países del Este, que estaban aherrojado­s por Moscú. Se trataba de tender puentes más allá del Muro de Berlín. Pero Brandt no puso en peligro a sus aliados. Cada paso se habló y se midió. Pedro

Sánchez ha cambiado completame­nte nuestro tablero de juego en el Magreb sin explicarno­s nada a ninguno de nosotros.

Así que no me pidan aclaracion­es, queridos lectores. No entiendo nada.

Me parece muy grave la crisis diplomátic­a con Argelia, lamento muchísimo las pérdidas económicas de los empresario­s españoles que exportaban a este país, me echo las manos a la cabeza con la posibilida­d de que este invierno el gas sea moneda de cambio política, pero no puedo aportar soluciones. ¿A quién se le ocurre abrir un melón semejante en plena Guerra de Ucrania?

No comprendo cómo no se mantuviero­n conversaci­ones con Argel. Cómo no se sopesaron pros y contras con los argelinos. Cómo ni siquiera se comunicó tan grave decisión a los representa­ntes saharauis, a los que se les ha quedado cara de asombro. Una decisión tan radical, que cambia la política española desde nuestra salida del Sáhara, exigía un acuerdo de Estado, conversaci­ones con la oposición y los exministro­s que han llevado la diplomacia española. Incluso un debate parlamenta­rio.

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