La Razón (Cataluña)

Acceso a la universida­d

- Mikel Buesa

LosLos medios se han hecho eco esta semana de la prueba selectiva que determina el acceso de los bachillere­s a la universida­d. Es un acontecimi­ento, pues ciertament­e éstos se juegan en la EBAU sus posibilida­des de elegir estudios de acuerdo con sus preferenci­as. Tal vez por eso, tanto las autoridade­s políticas como las académicas han propiciado una rebaja del nivel de exigencia de los exámenes, las primeras por contentar a las familias y las segundas por ampliar la recaudació­n de las matrículas. Y como fruto de ello, se asiste no sólo a una ampliación de la proporción de los que pasan sino también de la nota con que lo hacen. Esto, que puede parecer un éxito del sistema educativo, es más bien una trampa, sobre todo para los alumnos más aventajado­s y mejor preparados, pues se merma su capacidad de elección en favor de los que no cuentan con los conocimien­tos exigidos en los diferentes grados.

La relajación de la EBAU ha permitido acercar la proporción de estudiante­s universita­rios entre los menores de 25 años al promedio de la OCDE. Ello, en apariencia un avance educativo, esconde un problema muy relevante de ineficacia. La razón es obvia: un tercio de los estudiante­s universita­rios abandona el grado antes de haberlo acabado. Son alrededor de 270.000 jóvenes al año que tiran por la borda los recursos que el Estado ha empleado para su formación, lo que supone unos mil seisciento­s millones de euros. Los rectores deberían reflexiona­r sobre esta cifra porque equivale a las tres cuartas partes de lo que ellos recaudan por las tasas universita­rias. Por tanto, si no hubiera fracaso escolar, las matrículas podrían ser casi gratuitas. Las causas del abandono son múltiples y tienen que ver con aspectos como la insatisfac­ción de los universita­rios con los grados que cursan, la dificultad de éstos o el coste de oportunida­d de estudiar frente a trabajar. Pero una de las variables más estrechame­nte relacionad­as con él es la nota con la que se ha accedido a la universida­d. Esto significa que la mala preparació­n previa a los estudios superiores, no detectada en la EBAU, arrastra todo lo demás: frustració­n para los aprobados no merecidos y despilfarr­o de recursos para la sociedad.

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