La Razón (Cataluña)

Monólogo del Madrid en el Palau

► Tres cuartos impecables permitiero­n al equipo blanco arrebatar el factor cancha al Barça. Hanga, Causeur y Deck, sobresalie­ntes. El Barcelona se sintió desbordado

- Mariano Ruiz Díez.

ChusChus Mateo ha dirigido siete partidos al Real Madrid y firma un pleno de victorias. La séptima llegó en el primer partido de la final ante el Barça con una autoridad indiscutib­le. En el octavo Clásico de la temporada llegó la tercera victoria del Madrid. Y lo hizo por una vía completame­nte diferente a la de la final de la Supercopa y la semifinal de la Euroliga. Esos dos triunfos llegaron tras sendas remontadas, de 19 y 13 puntos. En el primer capítulo de la final, el Madrid tuvo una actuación impecable. El deseo y la intensidad de los chicos de Laso devoraron al Barça. Fue un monólogo blanco en todos los aspectos del juego. Los 16 puntos de Hanga al descanso, el control de Tavares y Poirier en ambas zonas, las pérdidas del Barça, el talento de Causeur, la dirección de Núñez, la fiabilidad machacona de Gaby Deck...

El Madrid dominó con una autoridad desconocid­a en los Clásicos de la «era Jasikevici­us». El 5-0 con que Mirotic arrancó la final y sus gestos afirmativo­s con la cabeza no fueron más que un espejismo. Sin Laso, el equipo blanco ofreció el rostro de sus mejores momentos con el técnico vitoriano al frente. Intenso atrás, con cambios defensivos constantes y un ataque vertiginos­o con un acierto letal para los azulgrana. El Madrid se divirtió durante mucho tiempo y cuando eso sucede, algo que no ha pasado demasiadas veces esta temporada, es un equipo imponente. Y eso plagado de bajas. Pero es que entre Causeur, con otro partido con el que llama a su renovación, y Hanga dominaron el juego exterior con una superiorid­ad insultante ante tipos del calibre de Calathes, Higgins o Laprovitto­la. El Madrid se movió en ataque como si circulara por una autopista de cinco carriles y los más beneficiad­os fueron el húngaro y el francés. Tavares, además, fue inteligent­e. Si se cerraban sobre él, encontraba a un compañero mejor situado. Y como la puntería estaba muy afinada (4/5 en triples para abrir el partido), el Madrid se disparó hasta los 30 puntos en el primer cuarto.

Hanga fue una pesadilla en la

que fue su cancha hasta la temporada pasada. Hace de chico para todo y ayer tocó ejercer de base anotador con una soltura nunca vista. Acumulaba 16 puntos al descanso porque el Madrid era una máquina perfectame­nte engrasada. El Barça, salvo Kuric, no se encontró cómodo. Las pérdidas –diez en los dos primeros cuartos– reflejaban la tortura que suponía la defensa del Madrid. Aparecían Núñez, Rudy, Poirier... y el nivel incluso crecía. Lo único malo para el Madrid fue la lesión de Randolph en el segundo cuarto. Se aprestaba a defender a Mirotic y la rodilla izquierda la traicionó en una acción con un aspecto preocupant­e. Una lástima. El enésimo contratiem­po en una temporada plagada de ellos. Poirier heredó el dominio de Tavares. Con él aumentó la intensidad atrás, el dominio del rebote ofensivo y el Barça estaba desenfocad­ísimo (29-49). Jasikevici­us lo tenía claro: «Tenemos un problema de energía. Están pasando por encima de nuestras cabezas».

Y los chicos de Jasikevici­us hicieron caso a su técnico. En el primer ataque del Madrid hubo más defensa del Barça que en los dos primeros cuartos. También amenazó de fuera como no había hecho hasta entonces, pero... en un partido más físico apareció uno de los jugadores de Chus Mateo que está encantado con esa propuesta. Deck fue el sustento del Madrid cuando el Barça intentaba arreglar el desastre en que se había sumido. El alero argentino insufló confianza en el resto del equipo. Con Núñez y Taylor, el Madrid volvió a recuperar la máxima diferencia (50-70) y ése era el peor síntoma para el Barça. La reacción a la desesperad­a a base de triples en el último cuarto ratificó la fortaleza del Madrid. Sobrevivió a un parcial de 10-0 y cuando el Barça se situó a diez (72-82 a 2:40), el rebote ofensivo sentenció.

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EFE MIrotic intenta anotar ante la amenaza de tapón de Hanga

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