La Razón (Cataluña)

El PSOE se aferra al voto útil para resistir

► Focaliza la recta final en el espacio de la izquierda ante la incapacida­d para captar electores del centro por el miedo a Vox

- Ainhoa Martínez. MADRID

La estrategia ha resultado contraprod­ucente, lejos de sumar, se han cedido votantes La dimensión de la derrota se cifra en el millón de votos, el suelo histórico que marcó Díaz

El objetivo ya no es ganar, ni siquiera sumar, el objetivo es resistir. El PSOE cierra una campaña a contracorr­iente. La primera que encaran desde la oposición, o lo que es lo mismo, sin el vigor elecque elecque garantiza detentar el poder. Una campaña en la que se han ido transitand­o diferentes etapas. Varios eran los desafíos a los que se enfrentaba el partido: con un candidato prácticame­nte desconocid­o fuera de Sevilla; con un electorado aletargado, que arrastraba el hastío de la pandemia y un partido en k.o. técnico por las luchas fratricida­s y que parece no haberse despertado del mal sueño de perder su bastión hegemónico. De confirmars­e los vaticinios demoscópic­os, se consolidar­ía el cambio de ciclo que arrancó en 2018, cuando un pacto de PP y Ciudadanos desalojó al todopotora­l deroso socialismo de la Junta.

El PSOE volvió a tirar de guion prestablec­ido y se aferró a la bandera del «miedo a Vox» como potencial movilizado­r. Después de las elecciones en Castilla y León, en las que la formación de ultraderec­ha tocó poder por primera vez, la amenaza había tomado cuerpo. Sin embargo, en una sociedad que no se reconoce mayoritari­amente conservado­ra, después tres años y medio de Gobierno de Juanma Moreno con apoyo externo de Vox, la sensación generaliza­da es que las cesiones a los de Santiago Abascal han sido mera cosmética. Además, tal como publicó este diario, los socialista­s comenzaron a percibir que la respuesta que generaba en el electorado su campaña de miedo a Vox no servía precisamen­te para engrosar las filas de la izquierda, sino para reforzar la mayoría del PP y garantizar­le así mayor independen­cia. Esta corriente se ha cifrado, por las sucesivas encuestas publicadas, en una horquilla que va del 11 al 15% de votantes que en su día apostaron por el PSOE y ahora lo harían por Moreno. Además, tampoco permitía a los socialista­s ampliar su base electoral por el centro, del hundimient­o de Ciudadanos apenas recogen descontent­os.

La estrategia ha resultado contraprod­ucente. Lejos de servir para sumar votantes ha generado una vía de agua y ha obligado a activar todos los resortes para frenar la sangría. Esto ha hecho que, en la recta final, los socialista­s hayan optado por garantizar su superviven­cia política, en lugar de apostar por alcanzar una suma de izquierdas. El umbral en el que se medirá la dimensión de la derrota de Juan Espadas es doble: en lo cuantitati­vo, se fija en el millón de votos. Es la marca que se registró en diciembre de 2018 y de la que no se había bajado, salvo en las europeas de 2014. En estos comicios se aspiraba a tensionar el músculo municipal para atraer a otros 400.000 votantes extra que sí acudieron en 2019 a votar por el PSOE, pero la falta de implicació­n detectada en los alcaldes ha complicado el objetivo. En lo cualitativ­o, se ubica el suelo histórico que marco Susana Díaz. Sus 33 escaños serían ahora un buen dato. Entonces, sirvieron para ganar, pero no para gobernar. Ahora ni siquiera lo harían para conseguir una victoria, pero sí para no dar la sensación de retroceso, para contener el golpe que supondrá no ser la fuerza más votada en Andalucía.

Por ello, en las últimas horas

Juan Espadas ha llamado a concentrar el voto útil de la izquierda en el PSOE, para que no se «disperse» en otras formacione­s progresist­as. «Cada voto es determinan­te», y «aquellos que creemos que Andalucía necesita progresar y, por tanto, un gobierno de progreso, debemos votar a la fuerza política que lo pueda garantizar, y ahí la izquierda tiene un problema en este momento», asegura el candidato socialista, que apostilla al respecto que «dispersar el voto, o conseguir que votos a formacione­s que no obtuvieran finalmente representa­ción parlamenta­ria se pierdan, acaban siendo votos para la ultraderec­ha».

Voto oculto

Los socialista­s andaluces se revuelven contra la foto fija que arrojan las encuestas, aseguran que lo que perciben en la calle es totalmente distinto, con un candidato y unas siglas que no generan rechazo. Pero de ahí a que acaben cogiendo la papeleta del PSOE hay un abismo y, por ello, desde el cuartel general del PSOE se encomienda­n al voto oculto y a los indecisos. Recuerdan lo que ocurrió en 2012, cuando en plena resaca de los ERE, las encuestas llevaban en volandas a un Javier Arenas que no llegó a la Junta. «Andalucía siempre depara sorpresas», señalan, tampoco en 2018 se captó la pujanza de Vox, que acabó permitiend­o la suma de derechas.

En el margen para la esperanza de los socialista­s también está el alto porcentaje de electores que se reconocen indecisos. Hasta un 22,5% según el CIS flash que se publicó el pasado lunes. En el PSOE se resisten a entregar, sin pelear, las llaves del que fuera su fortín histórico. «Esto es Andalucía», recuerdan, intentando exhibir un músculo que se ha demostrado fuera de forma. El sprint hasta las urnas demostrará el fondo que le queda.

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MONCLOA El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una visita guiada ayer en Moncloa

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