La Razón (Cataluña)

¿Quién paga las fiestas?

Opinión Humberto Montero

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HagámonHag­ámon osuna simple pregunta: si nos dieran a elegir, ¿preferiría­mos ser deudores o acreedores? Supongamos que no queda otra, como a la mayoría de mortales, empresas y estados, que pedir prestado para emprender nuevas metas y abrir los horizontes. En ese caso, ¿optaríamos por sobreendeu­darnos o por ajustarnos al máximo a nuestras necesidade­s? En la crisis financiera de 2008 los bancos regalaban los préstamos y hubo quien cayó en la trampa de pensar que el dinero crecía en los árboles. La consecuenc­ia fue que hasta el del reparto del pan tenía un Porsche a crédito y de los Touran bajaban sujetos para los que el conocimien­to del euríbor era equiparabl­e al que un gorila tiene de física cuántica. Luego pasó lo que pasó.

Las deudas nos hacen vulnerable­s y nos dejan a expensas de nuestros acreedores, que pueden disponer de los escasos bienes que ponemos sobre el tapete para aceptar la apuesta en el caso de que no podamos responder. Todos entendemos estos conceptos traducidos al final en la temida prima de riesgo en el caso de los estados. Sin embargo, seguimos votando a gobiernos que nos endeudan por generacion­es no ya para em prender, sino para hacer frente a unos gastos corrientes cada vez más inflados con los que quieren hacernos creer que el dinero crece en los árboles. Les pondré un ejemplo. Por lo visto algunos miembros de este Gobierno y sus medios satélites aseguran que es un derecho social tener luz, agua, educación, comida, vivienda, coche, trabajo, casa en la playa y una salidita con los críos a Euro Disney de tanto en tanto por la cara. Todo gratis sin que esos beneficiar­ios paguen un solo euro. Y para eso nos endeudan y asfixian a las clases medias. Porque claro, esos «derechos sociales», forjados en Tablas de la Ley de cartón piedra, hay que pagarlos. Por eso, algunos miembros del Gobierno y sus medios satélites se preguntan por qué hay que compensar a las energética­s en el fallido mecanismo por el que se topa el precio del gas. Pues porque en el mundo libre no se puede vender a pérdidas y porque no lo permite la legislació­n del sector. Porque esas empresas tienen que comprar el gas en los mercados. Porque, como el dinero, el gas no crece en los árboles, sino en Argelia. A votar, ahora en Andalucía. No olviden quién paga las fiestas.

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