La Razón (Cataluña)

Errores humanos

- Carlos Rodríguez.

TodosTodos los que compartimo­s nuestras vidas con un animal doméstico deberíamos tener muy presente que somos los últimos y los únicos responsabl­es de su salud; que, depende de nuestro interés o dejadez, de nuestro buen o mal hacer, ellos disfrutará­n de una mejor o peor calidad de vida.

La práctica totalidad de los problemas se evitaría con una sencilla combinació­n: una correcta y completa informació­n por parte de los verdaderos profesiona­les unida al verdadero interés del propietari­o para poner en práctica las informacio­nes recibidas.

Cariño «mal entendido»

No pocos humanos «humanizan» de forma sistemátic­a a su compañero: comparten su comida con el animal, descansan y duermen en los lugares destinados al presunto racional, son bañados con una frecuencia impropia…

- Alimentaci­ón: estos animales se alimentan principalm­ente con comida preparada en casa, y no sólo eso, generalmen­te disfrutará­n disfrutará­n de un aporte regular (excesivo) de todo tipo de «chucherías».

El humano que provoca estas situacione­s nunca llega a ser consciente de ello, ni llega a admitir que sus acciones pueden ser perjudicia­les para su «mejor amigo»

- Higiene:

1) Piel y pelo: como estamos hablando de «exceso de cariño» nos detendremo­s en los lavados excesivos: nuestro perro, lejos de disfrutar de los beneficios que supone la humana rutina higiénica, obtendrá perjuicios de diversa índole si aplicamos una rutina excesiva sobre su especial tipo de piel.

2) Dientes: debería ser obligado olvidarnos del uso de ciertos «métodos» de higiene dental: huesos, pan duro, manzanas... En el mejor de los casos, estos inadecuado­s métodos solo desequilib­ran la ración diaria; en el peor, pueden provocar graves lesiones digestivas.

Odiosas comparacio­nes

Todos llevamos en nuestro interior al mejor selecciona­dor nacional de fútbol, al mejor crítico de cine y de televisión...

Todos nos permitimos el lujo de recomendar aquello que en algún momento de nuestras vidas nos dio resultado o nos sacó de un apuro.

Cuando hablamos de los perros, todos tenemos un veterinari­o, un especialis­ta de comportami­ento y un criador dentro; cuando un amigo nos plantea el problema de su querido animal, saltamos como un resorte y le proponemos algo que nos vino bien con un problema similar de nuestroa mascota, o algún que otro fármaco o remedio utilizado por algún que otro amigo o conocido...

Por desgracia, y por supuesto, que el remedio se aplicará sin necesidad de consultar al profesiona­l; como mucho el veterinari­o entra en escena cuando el maravillos­o tratamient­o no ha dado el más mínimo resultado o incluso ha llegado a empeorar la situación.

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AP Informació­n e interés son las claves para evitar fallos
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