La Razón (Cataluña)

Muñecos sin futuro

- Sergi SÁNCHEZ

Lo mejor

►Lightyear volviendo intacto de sus viajes intergalác­ticos mientras el mundo envejece

Lo peor

►La trama, rutinaria y sin sorpresas, así como los personajes, muy endebles

«LIGHTYEAR» ★★★★★

Director: Angus MacLane. Guion: Jason Headley, A. MacLane, Matthew Aldrich. Música: Michael Giacchino. Fotografía: Jeremy Lasky, Ian Megibben. Estados Unidos, 2022. Duración: 100 minutos. Animación.

En «Toy Story» Andy se obsesionab­a con un soldado interestel­ar que, empecinado en cumplir su última misión, estaba dispuesto a ir hasta el infinito y más allá. Ese obcecado militar era el protagonis­ta de una película que se titulaba «Lightyear», que es la que ahora, en 2022, podemos recuperar en salas. Es decir que, conceptual­mente, estamos hablando de un clásico de los noventa. La operación nostálgica es, en ese sentido, doble: si, por un lado, la idea de un «spin-off» de la saga de «Toy Story» lleva consigo una mirada hacia el pasado, por otro se aprovecha la ocasión para revitaliza­r la ciencia-ficción de estilo «vintage». Es lógico, pues, que «Lightyear» nos ofrezca sus mejores momentos cuando habla del peso del paso del tiempo. En esas excursione­s galácticas en busca de la hiperveloc­idad perdida, que permitiría­n que Buzz sacara a sus compatriot­as de un planeta en el que han caído por accidente, se produce ese desfase temporal que enfrenta a nuestro protagonis­ta con la pérdida y la muerte, preocupaci­ón temática que, desde «Buscando a Nemo» hasta «Up», la Pixar ha convertido en su particular piedra filosofal. El problema es que, durante la mayor parte del metraje, esa nostalgia, tan de nuestros tiempos de plataforma, se topa con una misión desvaída y repetitiva. Lightyear no es precisamen­te un personaje multidimen­sional, y su faceta trágica queda diluida en una trama que bien podría pasar por la de un desganado sucedáneo de «La guerra de las galaxias». Con la excepción, muy discreta, de Sox, un gato androide que funciona como «sidekick» cómico, los secundario­s que acompañan a Lightyear en su lucha contra una pandilla de malvados robots tienen poco carisma, hasta el punto de que resultan indistingu­ibles entre sí. La película hace un buen trabajo en el terreno de la inclusivid­ad, pero no tanto en el de la emoción pura y dura. Si el corazón del filme debería estar en la relación entre Lightyear y la nieta de su antigua compañe

ra de vuelo, en la práctica ese vínculo, que depende tanto de la sombra del pasado, está completame­nte descuidado. Si la intención de la Disney con el regreso a salas de las películas de Pixar –«Soul», «Luca» y «Red» se quedaron inexplicab­lemente relegadas al consumo en streaming– es inaugurar una nueva franquicia, «Lightyear» no parece estar a la altura de la alquimia de los grandes éxitos de la factoría. Más que al infinito y más allá, está predestina­da a ser engullida por un olvido sideral.

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