«La brigada de la cocina», o cómo catar la integración
Louis-Julien Petit cuenta la historia real de una chef en un albergue juvenil
Llega a la entrevista serio, con gorra, gafas de sol y lejos de la vis cómica de su película, «La brigada de la cocina». Louis-Julien Petit sabe exactamente qué filme ha dirigido y en qué clima social se estrenó en Francia hace un par de meses: «No tengo una respuesta ni una solución, pero sí creo que la fractura social de la que se habla siempre obedece más a una inflamación mediática y política que a la realidad. Francia es un país que se queja mucho, que protesta mucho, por eso nuestras costuras como país se ven antes que en otros sitios. Siempre intento poner la cámara en ese quejido, en esa fractura, para ver qué hay de realidad y qué, como casi siempre, de un colectivo siendo explotado», explica franco el realizador galo.
Prestigio cómico
Así, en su inteligente película, todo un éxito de taquilla allende los pirineos, centra su objetivo en la juventud desamparada de lo rural. Más allá de la «banlieu» y del conflicto urbanita, Petit intenta contar una historia de superación y colectividad que ya hemos visto en otros títulos, pero desde un prisma mucho menos grave. Para ello, vuelve a aliarse con Audrey Lamy (ya hicieron «Las invisibles», sobre las trabajadoras sociales) y suma ahora a François Cluzet («Intocable»), en un elenco al que se añaden actores no profesionales: «Diría que incluso fue más fácil trabajar con ellos porque no tienen manías aprendidas ni vicios que sí poseen los actores profesionales», explica Petit.
«La brigada de la cocina» no huye del acabado estético propio de las comedias francesas que llegan a nuestra cartelera, con una luminosidad y un montaje casi televisivos, pero sí intenta escapar de las conclusiones rápidas y de los juicios de valor que suelen acompañar a la moraleja barata de otros éxitos de audiencia: «No podría explicar las razones, pero creo que la comedia, en Francia, todavía tiene prestigio como género cinematográfico. Y es curioso, porque se trata de una tendencia contraria a la del resto del mundo. La crítica no siempre acompaña, pero eso ya queda fuera de mi control», añade el realizador, que esta vez al menos en lo argumental sí se acerca a la comedia de contrastes: Cathy (Lamy), una chef de prestigio que está en paro, acepta un nuevo trabajo en una región perdida de Francia, donde sin apenas medios y solamente con la ayuda de unos jóvenes inmigrantes tendrá que sacar adelante los menús. ¿Lo conseguirá?