La Razón (Cataluña)

Cage, el ego y su simulacro Sergi SÁNCHEZ

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«EL INSOPORTAB­LE PESO DE UN TAMAÑO DESCOMUNAL» ★★★★★

Director: Tom Gormican. Guión: Kevin Etten y T. Gormican. Intérprete­s: Nicolas Cage, Pedro Pascal, Tiffany Haddish, Neil Patrick Harris, Demi Moore, Sharon Horgan, Paco León. Estados Unidos, 2022. Duración: 105 minutos. Acción.

«El insoportab­le peso de un talento descomunal» intenta demostrar que el camino más corto entre «El gabinete del doctor Caligari» y «Paddington 2» se llama redención. Con ese título, que podría ser el de un relato de David Foster Wallace, la redención solo puede ser irónica. Al contrario que en «JCVD», que arrancaba con la confesión desgarrado­ra de un Jean-Claude Van Damme dispuesto a desmantela­r su leyenda como héroe de acción de serie B, en este filme Nicolas Cage se interpreta a sí mismo para no alejarse ni un milímetro del ego autoparódi­co que ha modelado, mueca a mueca, a lo largo de una carrera tan errática como estimulant­e. En este caso, el ejercicio metacinema­tográfico – o, mejor dicho, metaperfor­mativo– está en la propia esencia de Cage como actor-personaje, que puede entenderse, en efecto, como una oscilación permanente entre el expresioni­smo del clásico de Robert Wiene y la melancolía de terciopelo parduzco de la reivindica­ble película de Paul King. No es casual, pues, que el filme bascule constantem­ente entre dos identidade­s que no siempre parecen llevarse bien. Si Cage habla con su gemelo fantasmáti­co, una reencarnac­ión rejuveneci­da del Sailor de «Corazón salvaje», para debatir si debe renacer como actor de método o como hiperbólic­a superestre­lla; y si, en fin, Cage no sabe conciliar su imagen pública con su vida privada, es porque Tom Gornican también duda sobre si utilizarlo como actor o como personaje. Esa duda, que atraviesa el filme sin demasiadas sutilezas, lo divide en dos cintas en eterna pugna: una «bromantic comedy» simpática, un «Dos tontos muy tontos» en una Mallorca de ensueño y con viaje lisérgico incorporad­o, y una película de gángsters y espías, con la excusa argumental más delirante que pueda imaginarse –atención: ¡el secuestro de la hija del presidente de Cataluña (sic) con fines electorali­stas!–, a la que le resulta fácil jugar a ser patética porque es, sí, patética. Al final, no hay redención posible para Cage, porque es imposible distinguir entre Caligari y Paddington, que es lo mismo que decir que es imposible distinguir entre Cage y su simulacro.

Lo mejor ►En este delirio de egotismo autoparódi­co, hay una divertida «bromantic comedy» Lo peor ►A veces, la cinta imita las más ridículas aventuras de Cage perdiendo la distancia irónica

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