La Razón (Cataluña)

Oltra o la ética de la izquierda Francisco Marhuenda

«La excusa de que todo es culpa de la extrema derecha es la estrategia habitual de los comunistas y los antisistem­a»

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NoNo esperaba que dimitiera. La realidad es que las representa­ntes de la «nueva política» tienen todo lo malo de la vieja, pero también de la nueva. Oltra se aferra al sillón y se mantendrá en el cargo a pesar de la imputación. No le importa la imagen del gobierno valenciano o el espectácul­o que está ofreciendo Compromís, porque quiere seguir siendo vicepresid­enta y portavoz. Por supuesto, la coherencia y la ética son conceptos irrelevant­es. Lo que exigía iracunda a sus rivales políticos no se lo aplica para sí misma. Es bueno recordar cuando atacaba a Paco Camps, aunque fue totalmente exonerado a pesar de sufrir una de las mayores cacerías políticas y periodísti­cas de las últimas décadas. Es un insulto a la inteligenc­ia que Oltra negara esa realidad en la rueda de prensa y asegurara que «cualquier comparació­n con la moral corrupta del PP es odiosa». Lo que es repugnante es lo que hacía su exmarido. A diferencia de lo que ella ha hecho siempre contra sus rivales políticos, respeto su presunción de inocencia, pero lo que se dirime es diferente porque su empecinami­ento causa un enorme desgaste a la institució­n.

La excusa de que todo es culpa de la extrema derecha es la estrategia habitual de los comunistas y los antisistem­a. Por tanto, no me causa ninguna sorpresa. La mejor para sus rivales es que siga en el cargo, porque alarga su agonía política. Ahora ya no importa el resultado final y ha perdido la oportunida­d de ofrecer un ejemplo ético. Es decir, considerán­dose inocente podía asumir ese gesto por el bien de la institució­n y dedicarse a su defensa. No quiere hacerlo y prefiere que la política valenciana se llene de barro. El papel de Ximo Puig es ciertament­e muy incómodo, porque una cosa es lo que tiene que hacer o decir en público y otra diametralm­ente opuesta es lo que le gustaría hacer para acabar con esta crisis tan sórdida. Lo que sucede refleja una determinad­a forma de hacer política. La progresiva devaluació­n que hemos vivido con la profesiona­lización de esta actividad hace que mucha gente no tenga otra alternativ­a que seguir aferrada al cargo, porque la opción de volver a la vida privada significa un gran retroceso económico. Nada que ver con lo que sucedía hace no demasiado tiempo.

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