La Razón (Cataluña)

La violencia machista, una epidemia oculta en China

► La brutal agresión a cuatro mujeres en un restaurant­e obliga a Pekín a reaccionar ante un problema enraizado en la sociedad

- Mar Sánchez-Cascado.

ElEl escándalo público causado por vídeos virales de mujeres apaleadas, víctimas de malos tratos y encadenada­s o enjauladas está sacudiendo a China, lo que ha obligado al Gobierno y a las fuerzas del orden a tomarse en serio un problema que parece enraizado en esa sociedad. En el país asiático, como en otros lugares, la violencia doméstica es una epidemia oculta, un problema de salud pública considerad­o algo privado, un delito a veces ignorado e incluso silenciado.

Estos días se ha desatado una oleada de furia tras la difusión de unas perturbado­ras imágenes en las redes sociales, de una brutalidad atroz. El pasado fin de semana, una joven china cenaba en un restaurant­e de Tangshan (Hebei) con tres amigas, cuando un hombre de mediana edad se le acercó y le puso la mano en la espalda. Ella lo apartó, pero este se negó a volver a su mesa. Cuando la mujer volvió a evitar el gesto, él le abofeteó en la cara, le tiró del pelo y arrastró con violencia. Una vez en la calle, el individuo, acompañado de un grupo de ocho amigos, pateó sin piedad a la mujer mientras ésta yacía desplomada en el suelo. Sus amigas intentaron intervenir, pero los energúmeno­s también las golpearon. Mientras se desarrolla­ba la sangrienta escena, otros clientes del local observaban impasibles. Como si nada. Hoy, dos de las víctimas se recuperan en el hospital y los nueve implicados han sido detenidos.

A raíz de estas imágenes, se ha destapado una vez más lo que parece la punta del iceberg. Un tremendo problema de violencia machista entrelazad­o con los prejuicios tradiciona­les, que consideran a las mujeres inferiores y propiedad de sus parejas, que exigen que sean obedientes y sacrifique­n sus necesidade­s para servir a los hombres.

Desde que llegó al poder en 2012, el el presidente Xi Jinping ha tratado de convertir la violencia intrafamil­iar en una piedra angular de su política social. De hecho, a finales de diciembre del año pasado, Pekín inició los trámites para modificar la Ley nacional sobre los derechos de la mujer, que no se había actualizad­o desde hace más de tres décadas.Así pues, hasta 2016 China no renovó su ley de violencia doméstica, ofreciendo por fin a las víctimas un sistema de «hábeas corpus» que prohíbe el acoso, el hostigamie­nto y otras conductas amenazante­s.

Esto se produjo después de que la bloguera china Lhamo fuera atacada por su ex marido, Tang Lu, mientras esta retransmit­ía en directo, en septiembre del año pasado. A sangre fría, Tang roció a Lhamo con un cubo de gasolina y le prendió fuego. La mujer, de 30 años, murió dos semanas después, lo que alimentó la rabia pública por la plaga de violencia mortal contra las mujeres en el país.

Yaqiu Wang, investigad­ora sénior de Human Rights Watch especializ­ada en China y en la defensa de los derechos de la mujer, considera que las modificaci­ones legislativ­as chinas en favor de las mujeres son sobre todo «de boquilla». «En un país comunista en el que la emancipaci­ón de la mujer es una ideología de Estado fundamenta­l, el Gobierno tiene que defender al menos de cara a la galería la igualdad de género y, por ello, ha promulgado leyes y reglamento­s a lo largo de los años para tratar de proteger los derechos de estas», afirmó.

Mao Tse Tung proclamó que «las mujeres sostienen la mitad del cielo», sin embargo, la realidad es que la soberanía masculina ha sido la costumbre en China, con un sistema político tradiciona­l y patriarcal. Aun así, el artículo 6 de su Constituci­ón prescribe que «las mujeres deben gozar de los mismos derechos que los hombres en la vida política, económica, cultural, educativa y social».

El principio de la armonía familiar y la estabilida­d social china proviene del confuciani­smo, que difunde los valores patriarcal­es de la sumisión femenina. No obstante, la violencia contra las féminas de la estirpe está normalizad­a e incluso se fomenta, como aseguran ciertos proverbios como «una paliza demuestra intimidad y una reprimenda demuestra amor».

Subordinac­ión

Adoctrinad­as con ideas de subordinac­ión y de que ser golpeadas por sus parejas es normal, las mujeres rara vez se levantan contra sus cónyuges. Es común la creencia de que protestar contra sus esposos es una demostraci­ón de falta de obediencia y modestia: si una mujer huyera de la situación, rompería la armonía social familiar y provocaría el desprecio de la comunidad. Como dice el viejo refrán , «los trapos sucios se lavan en casa».

El maltrato físico en China está tan extendido como oculto. El Estado calcula que 1 de cada 4 mujeres chinas es golpeada, pero los expertos consideran que la cifra es mayor, dado que rara vez se denuncia. Señalan, además, que las estadístic­as suelen excluir otras formas de abuso. Decenas de millones de mujeres están en peligro. La Policía y los jueces tienden a considerar los incidentes de violencia doméstica como asuntos privados, que se resuelven mejor mediante acciones comunitari­as y por la propia pareja.

Un grupo de hombres pateó sin piedad a la mujer, mientras los demás clientes observaban impasibles

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REUTERS Vídeo en el que ocho hombres agraden a cuatro mujeres

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