La Razón (Cataluña)

La litrona de Draghi y de Lagarde

► Los bancos centrales han salvado las economías desde la Gran Recesión, es su gran activo. En el debe, el no haber sabido o podido detectar que la nueva inflación no era algo pasajero

- Jesús Rivasés

MarioMario Draghi,ahora primer ministro de Italia, era presidente del Banco Central Europeo (BCE) en julio de 2012 cuando las primas de riesgo –sobre todo de Italia y España, por encima de los 600 puntos– pusieron al euro al borde del precipio y una parte de los mercados apostaban por su desmembram­iento, «fragmentac­ión» dirían hoy algunos. Había más que incertidum­bre, casi pánico, cuando un jueves, 26 de julio de 2012, en Londres, en visperas de la inauguraci­ón de los Juegos Olímpicos en la capital británica, Draghi pronunció aquellas palabras lapidarias que lo han convertido en un personaje para la historia económica del siglo XXI: Fue en inglés, claro, y todo se redujo a un «whatever it takes» que, en su versión expandida era algo así como «El BCE está dispuesto a hacer lo que tenga que hacer para salvar el euro». Y por si no parecía suficiente, en un tono que algunos entendiero­n como amenazante, apostilló «Y créanme, será suficiente». Y lo fue, aquel día el euro se salvó y, de alguna manera,se abrió la espita para las alegrías monetarias de los años siguientes, con toda una serie de fórmulas y métodos que el BCE diseñaba y aplicaba sobre la marcha, entre ellos el programa TLTRO, bautizado en España como las litronas de Draghi, por el que los bancos recibían –y reciben– dinero del BCE en condicione­s mágníficas para que lo destinen a conceder créditos que animen la actividad económica.

Todo indica que es apócrifa, pero se atribuye a Mark Twain, la máxima de que «la historia no se repite, pero rima». Si Draghi escribió sus versos económicos monetarios más famosos en 2012, con su «wathever it takes», su sucesora al frente del BCE, Christine Lagarde, intenta que su política rime con aquella y, sobre todo, que sea tan efectiva. La diferencia, obvia, es que Lagarde no es Draghi, y el momento también es diferente. La leyenda asegura queDraghi lanzó suórdagoa los mercados sin mas cartas que la potencia monetaria del BCE, pero sin una hoja de ruta preparada y también sin el consenso –en aquellos momentos– del consejo del BCE.

Diez años exactos después del órdago/farol de Draghi, vuelven los problemas –otros, pero problemas también– a la Unión Monetaria y al euro. El BCE, en los últimos años, ha financiado, directa o indirectam­ente, a los gobiernos de la Unión Monetaria con la compra de deuda, a través de diferentes planes.Su balance ha crecido hasta rozar los 9 billones de euros, lo que significa que, por distintos caminos, ha puesto en circulació­n alrededor de 6 ó 7 billones de euros, salidos de la nada. Algo similar, aunque antes y en menor proporción, hizo la FED,el banco central de los Estados Unidos, que preside Jerome Powell y que esta semana subió de golpe los tipos de interés 0,75 puntos, algo no visto en lustros, para hacer frente a a inflación,que campa al otro lado del Atlántico por encima del 8% y parece haber vuelto, cuarenta años después, para quedarse.

Los banco centrales, incluso con sus errores, han sido los héroes de las sucesivas crisis –pandemia incluida– desde la Gran Recesión de 2007/2008. Pusieron los medios –dinero– para evitar el colapso económico y salió bien. En el debe figura que no pudieron o no supieron, a pesar de las advertenci­as, de la llegada del fantasma de la inflación. Tanto la FED como el BCE defendían que era algo pasajero, hasta que la realidad la ha convertido, al margen de la guerra de Putin, en el principal problema económico del momento. La inflación es siempre letal y perjudica más a los mas necesitado­s. Los salarios, al final, nunca suben lo mismo que la inflación y, si se acercan, es a costa de más paro.

El BCE anunció que, para luchar contra la inflación, dejaría de comprar deuda pública de los distintos países y que empezará a subir los tipos de interés, aunque poco a poco. Es lo que recomienda la ortodoxia y la experienci­a. El problema es que, tras ese anuncio, las primas de riesgo de los países del sur, Italia y España, muy endedudado­s, empezaron a subir sin freno y, en pocos días, duplicaron sus mínimos anuales. El fenómeno se denomina «fragmentac­ión», y el BCE ha querido cortarlo de raíz con una especie de nuevo «wathever ir takes» para evitar otra crisis del euro. Por eso y, tras una reunión de urgencia, si el BCE de Draghi alumbró, entre otras cosas, sus litronas monetarias, el de Lagarde ha sacado las suyas. Han sido efectivas con la prima de riesgo –no con las bolsas–, pero son un parche temporal, con el añadido de que los países del norte quieren que los del sur cumplan unas condicione­s –ajustes– para que se mantengan. El gran problema es Italia, pero si tiene que hacer sacrificio­s, España seguirá la misma suerte. Hasta entonces, y no tardará mucho, las nuevas litronas, ahora de Lagarde.

Lagarde, presidenta del BCE, ha querido lanzar su particular «haré lo que tenga que hacer», pero ella no es Draghi ni el momento tampoco es el mismo de 2012

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