Scala de Milán: 10 minutos de ovación para el «Rigoletto» más «parásito»
SiSi cualquier estreno de ópera en la Scala de Milán despierta interés, la expectación de la nueva producción de «Rigoletto», que estará en el teatro hasta el 11 de julio, fue máxima. Los motivos eran varios, hacía 28 años que la obra maestra de Verdi no subía a este escenario, desde el gran éxito con Ricardo Muti en 1994, y 41 de la anterior. Por otro lado, quería verse la puesta en escena de Mario Martone, figura clave de la cultura italiana en la ópera, la prosa y el cine y, sobre todo, del joven director de orquesta milanés Michele Gamba (39 años), uno de los italianos con más proyección internacional, que debutaba en La Scala. A esto hay que añadir que el estreno ha coincidido plenamente con la semana de la moda. Después de dos años celebrándose de forma online, la Milan Fashion Week volvía a la tradición y compradores de todo el mundo de las más importantes casas de moda han estado presentes. El ambiente era el de las grandes ocasiones, con personalidades como la senadora vitalicia Liliana Segre, símbolo de la resistencia y del mundo judío italiano. Verdi escribió «Rigoletto» a los 40 años junto con Francesco Maria Piave, que adaptó el drama romántico de Víctor Hugo «Le roi s’amuse» con no pocos problemas con la censura, que la calificó de «repugnante», puesto que la obra presentaba una concepción inmoral de la monarquía: el protagonista era un rey francés libertino, lujurioso y sin escrúpulos probablemente inspirado en Francisco I, y la censura obligó a convertirlo en un duque de Mantua, a pesar de la oposición de Verdi. Así, el protagonista de la obra original, Triboulet, acabó siendo Rigoletto, un personaje que le parecía digno de Shakespeare. La producción de Martone hace referencias explícitas a la película «Parásitos» de Bong Joon-ho, en la que dice haberse inspirado, y a la declarada rebeldía de Verdi contra toda injusticia. Con la escenografía de Margherita Palli y el vestuario de Ursula Patzak, realiza una lectura muy fuerte sobre la verdad que Verdi pretendía en su estreno y para ello ha hecho una trasposición temporal a la actualidad del drama. «Es fundamental restaurar la violencia que tenía en su mente», explicaba el director a «La Scala Magazine», «por lo que me gustaría ver una clara división entre el mundo del Duque y el de los marginados. Para ello he creado una estructura giratoria que evidencia la tremenda desigualdad».
Hubo aplausos en casi todas las arias. Pero el final llegó con polémica, cuando Gilda muere en brazos de su padre, el telón no se cierra inmediatamente y al rotar el escenario se deja entrever lo que ocurre en el palacio del Duque en manos de los alborotadores, la escena es un baño de sangre mientras que Rigoletto canta «La maldición», y ahí empezaron los abucheos, sobre todo de la parte alta del gallinero que iban, no por la muerte de Gilda y la desesperación de Rigoletto, sino contra Martone y Gamba. Esta protesta hizo reaccionar al resto del público con una salva de aplausos calurosos y bravos para todos los intérpretes que duró 10 minutos. En pocos lugares se vive la ópera con el apasionamiento que se hace en La Scala y este estreno es un excelente ejemplo.