La Razón (Cataluña)

Israel votará en noviembre con Netanyahu al acecho

► Naftali Bennett cede el cargo de jefe de Gobierno a Yair Lapid que sigue como ministro de Exteriores

- Ofer Laszewicki. TEL AVIV

Israel retoma el bucle electoral. Tras el sorpresivo anuncio del ya ex primer ministro Naftali Bennett (Yamina) sobre la ruptura del «gobierno del cambio», solo faltaba confirmar la disolución del Parlamento, que se produjo ayer. De este modo, la heterogéne­a coalición de ocho partidos forjada por Bennett y el centrista Yair Lapid (Yesh Atid) finiquitó su breve periodo de 14 meses al frente del Estado judío. La Knesset votó unánimemen­te a favor de su disolución, con 92 a favor y 0 en contra.

Las nuevas elecciones, que supondrán la quinta convocator­ia desde 2019, se celebrarán el próximo 1 de noviembre. Durante este periodo, Lapid ejercerá como «premier» provisiona­l, un cargo que de haberse mantenido el gobierno hubiera asumido en 2023, tal y como establecía el acuerdo de rotación firmado. El líder de Yesh Atid se mantendrá en el puesto hasta que se forme un nuevo ejecutivo ejecutivo tras los comicios. Durante los últimos diez días, los gabinetes de los ya ex socios de gobierno formalizar­on el traspaso de poderes. De este modo, Lapid mantendrá la cartera de Exteriores, que combinará con su nuevo cargo. «Este rol especial, y este país, no pertenecen únicamente a una persona. Pertenece a todo el pueblo de Israel», remarcó Bennett junto a su socio. El que fue el primer líder israelí en vestir kipá –gorra ritual judía-, le traspasó la «sagrada responsabi­lidad de gobernar el país. Espero que lo protejas, y que Dios te proteja a ti».

El líder de Yamina, que vivió sus últimas semanas bajo la continua amenaza de desercione­s en las filas de su partido, tiró definitiva­mente la toalla. Anunció que se toma un parón indefinido de la vida política, y que su compañera de filas Ayelet Shaked asumirá el mando del partido. Hasta noviembre, se mantendrá como primer ministro alterno para asesorar a Lapid, y continuará asesorando la estrategia militar frente a Irán.

Bennett había logrado algo que parecía imposible: convertirs­e en «premier» con tan solo siete diputados (de 120), y aunar en un mismo Ejecutivo a partidos de derecha, centro e izquierda, así como la participac­ión por primera vez en la historia de un partido árabe, el islamista Ra’am. Lapid agradeció efusivamen­te a su ex socio, a quien definió como «un buen amigo. Eres una buena persona y un excelente primer ministro». Respecto a la asunción del cargo, aseguró que «haremos lo mejor para mantener un Estado judío, democrátic­o, fuerte y florecient­e, porque este es nuestro deber».

Nuevamente, los nuevos comicios girarán en torno al apoyo u oposición a Benjamín Netanyahu. El líder del Likud, que batalló duramente desde la bancada opositora, ve una oportunida­d de oro para volver a ocupar la residencia oficial de la calle Balfour de Jerusalén. Pese a estar imputado judicialme­nte en tres causas por fraude, soborno y abuso de confianza, sigue siendo el líder político con más apoyo popular.

La gran incógnita es si «Bibi» logrará sobrepasar la barrera de 61 diputados que requiere para formar su coalición. Junto a sus aliados habituales ultraortod­oxos y de extrema derecha, logró 52 escaños en las últimas elecciones en marzo de 2021. Durante la legislatur­a de Bennett y Lapid, el Likud alegó recurrente­mente que el gobierno se conformó gracias a «cómplices del terrorismo», en referencia al partido árabe liderado por Mansour Abas. No obstante, el propio Bibi negoció con Abas antes de la última ronda electoral, y en el trilerismo político hebreo nadie descarta que si el gran partido de la derecha lo requiere, pueda acabar con ellos.

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REUTERS Bennett junto a Lapid tras el traspaso de poder y la disolución del Parlamento hebreo, ayer

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