Mi perro no juega
ElEl juego en un cánido familiar es algo vital, imprescindible, un comportamiento que en caso de no expresarse es un claro indicativo de que algo no funciona correctamente. Un cachorro, desde el mismo momento en que sus distintos territorios orgánicos le permiten la funcionalidad locomotora suficiente, dedica gran parte de su tiempo a experimentar el juego y, mediante el mismo, aprender importantes bases como la socialización, el control de la mordida, la defensa…
Cuando el animal aumenta su edad, el juego sigue siendo importante, fundamental para la interacción con otros animales, personas, como una acción favorable para el mantenimiento muscular, el tránsito intestinal… Vista la importancia del juego, y su constante presencia en la vida de nuestro perro, ¿a qué se debe que algunos animales, en algunas circunstancias, no jueguen? La respuesta es sencilla: algo pasa. Entre las principales causas de ausencia de juego, apatía del animal, tenemos las siguientes. Problemas físicos, que pueden pueden ser problemas de comportamiento. Dentro de este apartado sería imposible describir todas aquellas causas de desinterés o incapacidad del animal para el juego, pero entre las causas más comunes tenemos varias. Puede haber alteraciones del aparato locomotor: los golpes, los movimientos forzados, las artritis y artrosis, suelen ser las causas más comunes de presencia de dolor e incapacidad para el movimiento y por tanto para el juego. También pueden aparecer dolores cólicos: este tipo de dolor (visceral) puede proceder de cualquiera de los órganos o aparatos del animal, dolores que causan una resistencia del animal al movimiento; desde una cistitis a un problema hepático, cualquier dolor intenso e interno puede provocar que el animal esté apático y no presente el mínimo interés por el juego. Y dentro de los problemas de comportamiento, las causas más habituales para la reticencia del animal hacia el juego tenemos, por ejemplo, el miedo. Si el animal ha tenido alguna experiencia negativa con otros animales, personas, entorno, es muy posible que no quiera interaccionar con aquello que le ha provocado el malestar. En estos casos lo más importante es diagnosticar el origen del problema y nunca forzar al animal a que interaccione, con ello solo agravaríamos la situación.
También puede asociarse una socialización inadecuada. En algunos casos la insuficiente socialización del animal con otros seres vivos y situaciones habituales del entorno pueden provocar miedo, con lo que nos centraríamos en el punto anterior, pero en muchas ocasiones, la no socialización no provoca miedo, pero sí desconfianza, falta de interés del animal por interaccionar con otros seres vivos y entornos que no conoce.
En cualquier caso, tanto en los casos físicos como en los casos comportamentales, lo más importante es un correcto diagnóstico para permitir que nuestro mejor amigo desarrolle una de las actividades más positivas de su existencia: el juego.