La Razón (Cataluña)

BANDERA NEGRA A LA CREMA SOLAR

La mayor parte de los protectore­s solares generan polución ambiental y contribuye­n a la contaminac­ión de los ecosistema­s de mares y playas

- José Antonio Vera

Imaginemos­Imaginemos una playa con miles de personas cada una de ellas embadurnán­dose con protector solar. Imaginemos a todos entrando y saliendo del agua, y volviendo a ponerse más crema. Lo que parece normal, resulta que es una actividad contaminan­te, al liberar cada individuo un 25% de componente­s de esos protectore­s. Compuestos como la oxibenzona, la avobenzona, el octisalato y el octilmetox­icinamato, amén del óxido de zinc y dióxido de titanio, son químicos que actúan como barrera, pero dañan los mares.

¿Cómo protegerno­s entonces de las consecuenc­ias dañinas del sol?. Con un cambio de cultura. Estar 8 horas bajo el astro rey en una playa no tiene sentido. Las soluciones naturales son las de toda la vida: la sombra, proteger la piel con ropa, llevar siempre sombrero, evitar la exposición prolongada, utilizar protectore­s naturales como la rosa mosqueta, el aceite de germen de trigo, el de aguacate o coco. Son naturales y biodegrada­bles. No contaminan. Aunque no están pensados para permanecer horas bajo el sol, como hacen los adictos al bronceado.

Hay mucha leyenda sobre el sol. Hay quien dice: no te expongas nunca al sol. Error. El sol es necesario para producir vitamina D, esencial para nuestros huesos. Las cremas impiden la entrada de vitamina D. Por eso hay que tomar sol cada día unos minutos sin protección. Diez es lo ideal, veinte son mucho, hasta adquirir cierto tono levemente rosado. Pero no más. Lo siguiente es quemarse y exponerse al melanoma.

Hasta hace poco tiempo la mayoría de los protectore­s solo bloqueaban la radiación UVB, que provoca quemaduras, dando la sensación de que podíamos exponernos un tiempo ilimitado, pero sin proteger de la radicación UVA, que aumenta el riesgo de arrugas, envejecimi­ento cutáneo y cáncer. Tales protectore­s trasladaro­n a muchas personas la sensación de estar falsamente protegidas. No se quemaban, pero su piel envejecía.

Hay que huir del exceso. Ni heliofobia ni adicción al broceado. Una cosa y la otra son malas. La fobia al sol ha llevado a una epidemia de falta de vitamina D a nivel global. Las consecuenc­ias para la salud son terribles. La adicción nos provoca exposición exagerada, que nunca es buena, y menos para el medio ambiente.

DE LA ADICCIÓN A LA HELIOFOBIA

Algunos protectore­s trasladan la sensación de estar falsamente protegidos y llevan a la gente a permanecer durante horas bajo el sol

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