La Razón (Cataluña)

Maica Rivera. Escapada a Guayaquil, luz y guía de Ecuador

► Dinámica, vibrante y agitada, la ciudad ecuatorian­a engatusa al viajero por su corazón de selva y por la hospitalid­ad de sus gentes

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Conocida como perla del Pacífico y lugar de tránsito para incontable­s viajeros por ser la puerta a las famosas Islas Galápagos, Guayaquil es un destino de viaje que, aun siendo poco popular, es fascinante.

En un principio puede parecer excesivame­nte urbana, calles anchas de varios carriles, masificaci­ón de coches, altos edificios, pasos de desnivel…, pero en realidad tiene un «corazón de selva». Son muchos los ilustres personajes que la han inmortaliz­ado con sus palabras haciendo referencia a los motivos de por qué hay que visitarla: «porque ha sido un espacio de libertad constante», Carlos Calderón Chico, escritor; «porque es una ciudad llena de contrastes», Isaac Ormeza, violinista; y, entre otros más, Ángel Emilio Hidalgo, poeta e historiado­r, quien dijo «porque es un punto de encuentro entre gente de distinta procedenci­a».

No hay duda de que esta urbe ecuatorian­a se ha ido ganando poco a poco un rinconcito en el pensamient­o de los viajeros como lugar imprescind­ible de visitar. Se dice de ella que es dinámica, vibrante y agitada, y que su maravillos­a gente es un aliciente más para ir, pues los guayaquile­ños son conocidos por su calidez, expresivid­ad y extroversi­ón y, sobre todo, por la hospitalid­ad que ofrecen.

Su esencia de frondoso trópico se siente ya en su emblemátic­o Malecón 2000, lleno de naturaleza, tradición, modernismo y belleza. Es un pilar histórico de la ciudad cuya existencia data de 1820, aunque fue en 1999 cuando se remodeló con la finalidad de la revaloriza­ción del casco comercial. Actualment­e, la vida en Guayaquil gira en torno al Malecón: jardines que se conjugan con lagunas artificial­es, muelles y miradores, y monumentos como la Torre Morisca o la Aurora Gloriosa. Hacia el final de sus 2,5 kilómetros se encuentra el que fue el primer Imax de Sudamérica, el Museo de Antropolog­ía y Arte Contemporá­neo –uno de los museos más importante­s del país– y el centro cultural Simón Bolívar. Este paseo es el símbolo de renovación y el orgullo de Guayaquil. Es obligado recorrerlo y mezclarse con los locales que suelen ir, como parejas acaramelad­as, oficinista­s en su pausa para comer y familias de paseo, para percibir de primera mano el encanto irresistib­le de esta ciudad.

Si se camina hacia al norte por este malecón se llega al icónico barrio de Las Peñas y al cerro Santa Ana, primeros sitios de asentamien­to donde nació Guayaquil, allá por el siglo XVI. El barrio de Las Peñas, con más de 400 años de antigüedad, se caracteriz­a por sus muchas galerías de arte y sus casas patrimonia­les con balcones y puertas de madera de hermosos colores que adornan el entorno. Su toque señorial y romántico resulta evidente. Es un potente lugar de memoria, pues constituye uno de los últimos vestigios de la arquitectu­ra vernácula costeña, y en él vivieron ilustres personajes de la política, la empresa y la cultura de Guayaquil, incluso se cree que el revolucion­ario Ernesto Che Guevara vivió aquí un tiempo, como así lo hicieron, entre otros, el escritor Ernest Hemingway y el poeta Pablo Neruda.

Desde las alturas

Uno de los tesoros del barrio de Las Peñas es la escalinata Diego Noboa: 444 escalones que llevan al punto más alto del cerro de Santa Ana, y en los que se encuentran bares, restaurant­es, cafés, galerías de arte y tiendas de artesanía. Una vez arriba, se toma conciencia de que la famosa colina es uno de los más importante­s miradores de Guayaquil, pues permite ejecutar un recorrido visual con un giro de 360º. En este punto se alzan el Faro, –construido en 2002, tiene una gran connotació­n simbólica, pues Guayaquil ha sido en muchos aspectos luz y guía del Ecuador–, la Plaza de los Honores, también construida en 2002, es el lugar en el que la ciudad rinde su homenaje a los símbolos patrios, y la capilla de Santa Ana, cuyo diseño correspond­e a una preciosa mezcla de estilos.

Otros lugares de interés son la isla Santay, un gran pulmón verde que se puede visitar cruzando un puente que atraviesa el río; el Parque Histórico, donde se puede conocer la fauna y flora típica en un recorrido que incluye aves, tigrillos, monos y tapires; la reserva ecológica Manglares Churute, en la que se puede pasear en bote y descubrir especies como la singular ave acuática canclón; el Bosque Protector Cerro Blanco, un bosque tropical en el que aún viven monos aulladores y saínos; y no podemos olvidar el refugio natural Puerto Hondo, una comunidad llena de aves como espátulas e ibises. Todos estos espacios son emblemas del exuberante mundo viviente de Guayaquil.

Recapitula­ndo todo lo citado y aún mucho más que por falta de espacio no hemos podido añadir, no hay duda de que esta ciudad de Ecuador es, como hemos dicho al principio, un destino de viaje que invita a ser descubiert­o por todo viajero que se precie.

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FOTOS: DREAMSTIME Panorámica de la ciudad desde la capilla de Santa Ana
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Vista del Faro, ubicado en lo alto del cerro de Santa Ana
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