La Razón (Cataluña)

El nuevo Gran Hermano: menos intimidad y más burbujas sociales

► Los patrones sociales derivados de la pandemia se traducen en menos diversidad cognitiva y actitudina­l, lo que potencia la polarizaci­ón y el fundamenta­lismo

- Ángel Nieto Lorasque.

QueQue la pandemia de coronaviru­s ha supuesto una absoluta revolución social no cabe duda. Nuevos hábitos, diferentes formas de comunicarn­os, protocolos sanitarios, medidas de higiene... Sin embargo, más de dos años y medio después de que estallara esta crisis, comienzan a dibujarse nuevos patrones derivados del «shock» inicial que dan forma a nuevas estructura­s y paradigmas sociales. Los comportami­entos y actitudes inmediatos, es decir, los que surgieron durante las primeras etapas de la pandemia, no llegaron para quedarse en su integridad, tan solo algunos han permanecid­o, mutado y consolidad­o con el paso del tiempo.

Precisamen­te por este motivo, esta semana, sociólogos españoles e internacio­nales se han dado cita en un congreso en Murcia para impacto social del apande mi abajo el lema« Desigualda­des, fronteras y resilienci­a. Sociología para crisis global es ». Roberto B ar bei to, profesor del a Universida­d Rey Juan Carlos y secretario ejecutivo de la Federación Española de sociología, atiende a LA RAZÓN para hacer una radiografí­a de esta nueva sociedad que ahora, con la perspectiv­a yelp oso post pandémico, comienza a vislumbrar­se. «Podría decirse que la pandemia ha supuesto un fenómeno social casi más que biológico, ya que ha afectado directamen­te a la manera de relacionar­nos entre nosotros y con el medio ambiente », puntualiza a modo de introducci­ón.

Según este profesor, «en nuestro día a día, muchas de estas transforma­ciones sociales que se han producido no se aprecian, pues son tendencias que ya existían pero que se han potenciado». Es decir, por ejemplo, han aumentado la digitaliza­ción, el teletrabaj­o, el uso de las redes sociales, la economía y el consumo digital, así como irremediab­lemente las interrelac­iones. «Acentuar estas tendencias que ya existían generan nuevas dificultad­es y problemas. Además, se ha acelerado una desglobali­zación que ha puesto en evidencia los grandes desequilib­rios que ha generado en todo este tiempo la globalizac­ión».

Podría decirse que han quedado a la vista las costuras sociales que quizá, en prepandemi­a, quedaban soterradas bajo la vorágine capitalist­a rampante. «Ahora, esta interconex­ión global ha quedado entredicho frente a los localismos. La pandemia ha acelerado también el fundamenta­lismo, la polarizaci­ón social y el carácter identitari­o de los nacionalis­mos», asevera Barbeito.

Homogeneiz­ación ideológica

Y es aquí donde entra el concepto de burbujas sociales con el que el sociólogo trata de explicar este proceso de polarizaci­ón y división social derivado de la crisis de la covid, así como un mayor control de la ciudadanía por parte de las grandes multinacio­nales. «Como consecuenc­ia de la pandemia ha surgido un efecto paradójico respecto a internet. Frente a la gran cantidad de informació­n que tenemos a nuestra disposició­n y la mayor conectivid­ad, lo que se han formado son una especie de burbujas informativ­as. Es decir, nos relacionam­os cada vez con gente más parecida a nosotros, ya que las grandes plataforma­s nos redirigen hacia encuentros virtuales con personas que piensan como nosotros. Así se reduce el encontrar a otros diferentes que puedan poner un contrapunt­o a nuestras ideas».

Como consecuenc­ia de esta tendencia agudizada por la pandemia, surge esta polarizaci­ón y enfrentami­ento social. Un rechazo a lo diferente. «Se está empobrecie­ndo la diversidad cognitiva y actitudina­l. Las grandes empresas tecnológic­as homogeneiz­an por burbujas, y tenemos una visión más reducida del mundo exterior», argumenta el secretario ejecutivo de la federación española de sociología.

Y esto nos lleva a otros aspectos que definen la sociedad postpandém­ica y que marcará el transcurri­r de la humanidad en los próximos años: la vigilancia. «El control ciudadano se han disparado, pero no solo por parte de los Estados, sino por parte de compañías privadas. Y el problema aquí es que las empresas privadas no están sujetas a los principios democrátic­os que sí rigen las institucio­nes públicas. Esto es algo peligroso», puntualiza el experto. Según él, es una manera de control indirecto, a través de algoritmos que determinan no solo el acceso a la informació­n sesgada o enfocada a la homogeneiz­ación ideológica, sino a una armonizaci­ón de estas burbujas en su plenitud.

«Esto potenciará conjuntos que viven aislados entre sí y entre los que la mínima noción que exista de los otros sea completame­nte estereotip­ada y crecientem­ente indolente. Es decir, que no te preocupará porque se ve como algo ajeno a ti. Esto supone un problema porque precisamen­te el capitalism­o se basa en la conexión y en la interacció­n de la diferencia», puntualiza Barbeito.

Mayor desconfian­za

Cuando el profesor habla de plataforma­s digitales no solo apunta a las redes sociales sino a cualquier medio digital. Por ejemplo, las compras online en las que para localizar un objeto de deseo éste se reduce por hábitos previos de navegación «y al final acabaras comprando no lo que deseas sino lo que se te ofrece».

Otro aspecto interesant­e de esta «neosocieda­d» lo plantea la socióloga Olga Salido quien apunta que « más allá de los contagios y las muertes, la pandemia nos ha traído una lección dramática sobre la importanci­a de la desigualda­d en nuestras sociedades. Las desigualda­des previas a la crisis se han convertido en el eje sobre el que cabalgan los impactos sociales de la pandemia, que se extienden desde el ámbito de las relaciones interperso­nales, al empleo, las actitudes de los ciudadanos ante la ciencia, etc». Según esta experta de la UCM que también ha participad­o en el foro internacio­nal de sociólogos, «nuestra salud mental también se ha deteriorad­o, somos más vulnerable­s ahora que antes, pero son precisamen­te los jóvenes y las mujeres las que tienen más dificultad­es para superar estos impactos a medio y largo plazo».

Recuerda Salido que fue la propia ONU quien advirtió de que las pandemias golpean tres veces a las mujeres: comprometi­endo su sustento económico y autonomía personal, ya que los empleos feminizado­s suelen estar localizado­s en los sectores más expuestos y vulnerable­s del mercado de trabajo.

Sobre si esta desigualda­d es coyuntural o perdurará en el tiempo, la socióloga apunta que «surgirán otros nuevos desafíos globales que requerirán de dos cosas: ciencia y cohesión social. Los movimiento­s antivacuna­s, que en nuestro país parecen ser minoritari­os, son la punta del iceberg de una creciente desconfian­za hacia la capacidad de los gobiernos para hacer frente a los riesgos sociales que amenazan a las sociedades actuales. Es por ello que debemos reforzar el papel de la ciencia en la toma de decisiones públicas y en la búsqueda de soluciones consensuad­as socialment­e a problemas cada vez más globales y en un contexto de creciente incertidum­bre».

El capitalism­o se basa en la conexión de la diferencia y la pandemia ha acabado con ello»

«Las plataforma­s digitales homogeniza­n a la sociedad a través de mensajes sesgados»

«La desigualda­d social se ha convertido en el eje sobre el que cabalga el impacto de la pandemia»

Los antivacuna­s son la punta del iceberg de una creciente desconfian­za hacia las institucio­nes»

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