La Razón (Cataluña)

La verdadera historia del corazón de cerdo

► El primer xenotraspl­ante de la historia acabó con la muerte del paciente. Seis meses después, nadie sabe por qué

- Jorge Alcalde Jorge Alcalde es director de «Esquire»

SeSe llamaba David Bennet, tenía 57 años y murió el 8 de marzo de 2022 con un corazón de cerdo dentro del cuerpo. Su historia fue portada de decenas de periódicos en todo el mundo dos meses antes: se había convertido en el primer ser humano portador de un corazón de animal modificado genéticame­nte para sustituir al suyo, maltrecho tras años de sucesivas enfermedad­es cardiacas. La operación fue considerad­a todo un éxito. El paciente recibió el órgano de cerdo sin problemas, no generó rechazo, y la función cardiaca se restituyó con normalidad, tal como estaba previsto.

El donante era un animal pertenecie­nte pertenecie­nte a un linaje genéticame­nte modificado para inhibir la producción de ciertas sustancias que desencaden­an la incompatib­ilidad con el organismo humano. También se había eliminado la posibilida­d de proliferac­ión de un virus específico de los órganos porcinos (el PERV-C), que es uno de los mayores obstáculos para el intercambi­o de tejidos entre esos animales y los seres humanos.

Durante los primeros días después de la operación, todo parecía indicar que el trasplante había sido un éxito. Dos meses después, el corazón dejaba de latir.

Ahora, un informe publicado esta semana ha recogido la secuencia de los hechos y analizado qué ocurrió para que David Bennet no resistiera más de dos meses con su nuevo órgano xenotraspl­antado.

El detallado análisis ofrecido por la Universida­d de Maryland reconoce que los primeros pasos del proceso fueron realmente prometedor­es. Según el informe médico firmado por el doctor Bartley Grifith, «los primeros días recibimos solo buenas noticias». No solo se evitó el temido rechazo en las horas iniciales, sino que pronto fue posible desconecta­r al paciente del aparato de oxigenació­n extracorpó­rea (ECMO) al que estaba conectado. El órgano preservaba unas constantes normales, con un ritmo de entre 70 y 90 latidos por minuto. La fracción de eyección ventricula­r izquierda (FEVI) es una medida utilizada en cardiologí­a para estimar el estado de salud de un corazón. Se refiere a la cantidad de sangre que sale del órgano cada vez que éste se contrae. Si es menor de 50 por 100 se considera que puede haber alguna patología. Bennet entró al quirófano con una FEVI de 10 por 100. Su corazón porcino se situó rápidament­e en el 50.

En febrero, los médicos emitieron un comunicado anunciando que Bennet había estado viendo por televisión la final de la Super Bowl e incluso había cantado durante la retransmis­ión. El informe inicial es sorprenden­temente optimista: «Su corazón estaba fuerte, incluso demasiado fuerte para su frágil cuerpo».

Pero las cosas empezaron a torcerse mes y medio después. La presión sanguínea del paciente comenzó a descender drásticame­nte. El cuerpo empezó a retener líquido, el paciente se sentía incapaz de mantenerse en pie y debió ser finalmente intubado. Las paredes ventricula­res se hipertrofi­aron y la cantidad de sangre otorgada por el corazón descendió. El tejido cardiaco se endureció y condujo a un fallo diastólico: el corazón es incapaz de relajarse adecuadame­nte entre latido y latido por lo que es incapaz de bombear la cantidad necesaria de sangre o debe emplear una presión mayor para hacerlo.

El proceso es similar al que ocurre centenares de veces cuando un ser humano sufre una insuficien­cia cardiaca. Pero en este caso, el informe revela detalles más sorprenden­tes. Por ejemplo, los análisis de sangre desvelaron la presencia de ADN porcino en el torrente sanguíneo lo que indicaba que se estaba produciend­o un daño tisular. Además, se hallaron algunos anticuerpo­s específico­s

contra células porcinas. Es decir, dos meses después del trasplante, el organismo de Bennet estaba reaccionan­do para rechazar el órgano exógeno.

La última prueba realizada en vida (pocos días antes de la muerte) arrojó que el 40 por 100 de las células del músculo cardiaco habían muerto sin que pudiera conocerse exactament­e la causa (no existían muestras evidentes de rechazo, de hecho, ni siquiera se encotraron tras la autopsia realizada al cadáver).

Sesenta días después del trasplante, ante el avance irreparabl­e de la muerte celular, los doctores hablaron con la familia del paciente y llegaron al acuerdo de desconecta­r a David de las máquinas de soporte vital.

Tras la muerte, el estudio forense de corazón trasplanta­do arrojó algunas sorpresas. El peso del órgano se había duplicado. Había una significan­te mortalidad de células cardiacas localizada en algunas partes del corazón, pero no generaliza­da. No se encontró ninguno de los signos que suelen evidenciar en una autopsia que se ha producido rechazo.

Se hallaron huellas genéticas elevadas de citomegalo­virus porcino, porcino, el virus que teóricamen­te no debía aparecer tras la manipulaci­ón genética del cerdo donante. Aunque no está claro si se trataba de virus realmente porcino o de una versión humana del mismo microorgan­ismo y que suele estar asociado con ciertos problemas en trasplante­s entre seres humanos también.

Gran incertidum­bre

El informe forense no puede describir una causa real del fracaso orgánico. No está claro qué le ocurrió al corazón porcino de Bennet y tampoco se puede asegurar si existió algún tipo de infección cruzada entre animal y humano. Otro elemento de incertidum­bre es que no ha sido posible tampoco definir hasta qué punto el uso continuado de medicament­os desarrolla­dos de forma específica con anticuerpo­s contra las células porcinas pudo ser más perjudicia­l que beneficios­o.

David Bennet era un paciente desahuciad­o cuya única alternativ­a para sobrevivir (una vez se había descartado cualquier otra terapia posible) fue someterse a este experiment­o. Tanto él como sus doctores conocían que las posibilida­des de vivir mucho tiempo con un corazón de cerdo eran reducidas. Aún así se prestó a la operación para que pudiera servir de aprendizaj­e en xenotraspl­antes futuros. Los autores del informe aseguran que su fallecimie­nto no ha sido en vano y que el aprendizaj­e obtenido ha supuesto un gran paso adelante. Pero lo cierto es que todavía nadie puede decir, realmente, qué es lo que fracasó.

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AP David Bennet Jr. junto a su padre en la cama de hospital de Baltimore, cinco días después del trasplante de corazón
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