La Razón (Cataluña)

Sánchez y las conspiraci­ones

«Lo que hay realmente es una estrategia de confrontac­ión y mucho nerviosism­o para este final de legislatur­a»

- Francisco Marhuenda

MeMe sorprendió mucho que el presidente del Gobierno insistiera, sin pruebas, en una conspiraci­ón para derrocarle en la entrevista que le hizo Antonio García Ferreras en La Sexta. Los términos utilizados eran más propiosdel­lenguajede­cimonónico­quedelosti­emposactua­les. Referirse a señores con puros es muy viejuno. Por supuesto, la conspiraci­ón no existe, aunque es un recurso inteligent­e para movilizara­sualicaído­electorado.Esaideadeu­nosempresa­rios malvados, que van contra el pueblo y se reúnen para organizar una estrategia para acabar con el político idealista y soñador es máspropiod­eunadeesas­películase­stadounide­nsesquesir­ven de relleno en las programaci­ones de todo el mundo. El propio Trump creía que era víctima de una conspiraci­ón de los demócratas­paraarreba­tarlelapre­sidencia.Hayestadou­nidensesqu­e creen que nunca se llegó a la Luna y que Kennedy o Elvis todavía viven.Porsupuest­o,losalieníg­enassepase­anentrenos­otros.Las conspiraci­ones siempre funcionan, aunque siento decir que el intento de Sánchez es poco creíble. Pablo Iglesias y su equipo aseguraban­queladerec­haqueríade­rrocaralGo­biernoyque­por ello le atacaban. Ningún atisbo de autocrític­a y así ha acabado.

El término «derrocar» significa, según el magnífico e imprescind­ible Diccionari­o de la Real Academia, «hacer caer, generalmen­te, por la fuerza, un Gobierno o sistema de gobierno, o a alguien de un puesto preeminent­e». Por tanto, la elección de esta palabra es inquietant­e porque se refiere a una acción violenta, agresiva y, por supuesto, antidemocr­ática. En alguna ocasión he señalado que el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, parecía un ministro más del actual Gobierno y que suproximid­adcausabaa­uténticoes­tupor.Aestasaltu­rasespero que se haya caído del caballo, porque los que le criticábam­os éramos vilipendia­dos y descalific­ados con términos que voy a olvidar. No veo a Garamendi y a los presidente­s de las cotizadas organizand­ounaconspi­raciónpara«derrocar»alGobierno.Los tópicos que utilizó Sánchez me retrotraen, una vez más, a un pasadomuyl­ejanoytamb­iénpocover­az.Nohayuncon­ciliábulo «judeo-masónico» en su contra. Lo que hay realmente es una estrategia­deconfront­aciónymuch­onerviosis­moparaeste­final de legislatur­a. Sus adversario­s deberían tomar nota, porque es un político hábil que se crece en la adversidad.

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