La Razón (Cataluña)

El discurso impostado de los brotes verdes

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SeSe cierra otra semana sombría en esta galerna en que se ha convertido el escenario económico. La inflación del 10,2 en junio se intuía en un estado de opinión pública que se convierte en un índice adelantado sociológic­o que cataliza el malestar y la angustia cuando cada día son más las familias en dificultad­es para llegar a final de mes. Ese10,2 coloca a los españoles ante el espejo que nos devuelve una imagen maltrecha y extenuada. Ese IPC, que nunca llegaría a los dobles dígitos, según prometió el Gobierno, aporreó las resistenci­as financiera­s de la sociedad para estamparno­s la pésima realidad presente y futura. El 10,2% de los últimos 12 meses, que supera a la inflación acumulada entre 2011 y 2021, que fue del 9,6%, significa que un salario de 21.000 euros anuales perderá más de 2.100 euros de poder adquisitiv­o, además de pagar más impuestos. Eso es necesidad, para demasiados ya miseria. Explica que la población en riesgo de pobreza o exclusión social aumentara hasta el 27,8 %, el dato más elevado desde 2016, según la Encuesta de Condicione­s de Vida. La cesta de la compra es un sudoku imposible que ha alterado hasta los cánones de la dieta de los españoles. Esa losa ha sido la razón de que el ahorro familiar y el consumo cayeran a tasas negativas, una referencia temible. En consecuenc­ia que el PI B se colapsara en el 0,2%, las ventasde las grandes empresas se fueran al 0,0%, los precios industrial­es treparan por encima del 40% por cuarto mes seguido, un récord negativo en 45 años, el euríbor saltara en junio al 0,852%, la mayor subida mensual, la factura de la luz fuera la tercera más alta, pese al tope al gas, el diésel marcara nuevo récord y que un depósito de combustibl­e se colocara en 105 euros de media no pueden ser casualidad­es. Podríamos seguir con la enumeració­n de los parámetros que describen la gravedad de nuestro estado. Si somos líderes de la OCDE en inflación, paro, pobreza familiar, deuda y desigualda­d, alguna responsabi­lidad pública debe haber, más allá de conspiraci­ones y manos negras contra Sánchez. Monc loase a trinchera en burladeros ajenos como la pandemia, la guerra, la energía... –pero Francia tiene un IPC del 6,5% y Alemania, del 8,2%, con exposición extraordin­aria a Rusia y sin «tope del gas»–, cuando no niega la mayor, saca pecho, relativiza las consecuenc­ias de la inflación y presume de robustez económica y de la eficiencia de sus planes que han evitado de forma milagrosa que los precios escalaran al 15% del PIB como salvaron a millones de personas del coronaviru­s. La guinda del espejismo la colocó el ministro Escrivá: «España aguanta muy bien la crisis ». Revela un grado de desapego con la calle extraordin­ario. Sujetar la inflación desbocada es muy complejo, imposible si la juerga del gasto público y la deuda de la izquierda continúan. Sánchez y Calviño han fracasado en todos esos planes que se han solapado para tapar el fiasco anterior. Castigar impositiva mente a las familias ya las empresas con récordde recaudació­n es cruel e injusto. Los parche s no sirven y ondear el monigote de los brotes verdes como ese PIB por efecto rebote y el empleo consiguien­te es tramposo. Urge contención pública y alivio fiscal.

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