La Razón (Cataluña)

El fracaso de no hacer nada

- Toni Bolaño

QueQue la crisis desatada por el presidente del Gobierno hace un año ha sido un fracaso nadie lo duda. Pedro Sánchez actuó con mano de hierro y cambió el Gobierno y tres meses después la cúpula del PSOE. El balance desolador. Las encuestas, todas las encuestas, sitúan al PSOE en datos de 2014 o 2016, gobernado por el zapaterism­o y el rubalcabis­mo. Los que ahora han vuelto al centro de mando. Derrotas en Castilla y León, previsible, y Andalucía, dolorosa. A pesar la Reforma Laboral, subida del SMI, leyes para proteger derechos individual­es, aumento de un 15% de las pensiones no contributi­vas, estabilida­d en el empleo de funcionari­os o sanitarios, mejora sustancial en los datos del paro, la percepción es negativa. El relato positivo del ejecutivo dura lo mismo que un caramelo a la puerta de un colegio.

Un ejemplo claro lo tenemos en la cumbre de la OTAN. El éxito ha sido clamoroso en el ámbito internacio­nal. España ha recuperado terreno perdido y el debate sobre el gasto militar no afecta a la imagen del presidente, más bien al contrario. Sin embargo, el éxito ha quedado emponzoñad­o por un error de comunicaci­ón de bulto: los sucesos en la frontera con Melilla. El presidente cometió un tremendo desliz por estar mal informado por su equipo que no estuvo a la altura. Pero, luego al no hacer ni un ápice de autocrític­a ha centrado en esta cuestión del debate político y social, dejando el éxito en el baúl de los recuerdos a pesar del esfuerzo en mantenerlo vivo con un roadshow de entrevista­s de presidente y ministros.

No se duda de que algo pasará ni en Ferraz ni en Moncloa, donde la batalla de unos contra otros es más que evidente para conseguir el favor del líder y no ser defenestra­dos. Encima el presidente se hace fotografia­r en la entrevista con El País con Antonio Hernando, el director adjunto de su Oficina, casi presentánd­olo como su nuevo hombre fuerte. ¿Dónde está Óscar López, su jefe de Gabinete? ¿Y los ministros? Con la remodelaci­ón, Sánchez se quedó sin dique de contención que recogiera en primera persona los fiascos del ejecutivo. Ahora no tiene ni a Ábalos, ni a Calvo, ni a, sobre todo, Iván Redondo. Nadie le hace de última trinchera. El presidente lo asume todo con el consiguien­te desgaste. Los llamados a hacer de parapeto han salido por piernas, o los han sacado con los pies por delante por el cúmulo de despropósi­tos acumulado.

Sin embargo, ayer no pasó nada. Los rumores fueron intensos el fin de semana azuzados desde dentro por aquellos que quieren sobrevivir y por aquellos que quieren nuevos espacios de poder. Los señalados, Héctor Gómez, portavoz parlamenta­rio, y Felipe Sicilia, portavoz de la ejecutiva federal, continuaro­n en sus puestos. Se hacía harto imposible que el presidente le diera una bala de plata al PP antes del debate del estado de la nación cesando al portavoz en el Congreso. Felipe Sicilia hizo su rueda de prensa habitual en Ferraz, cosechando el éxito habitual de sus comparecen­cias. O sea, efecto nulo.

Se apunta a Gómez y Sicilia, pero ellos no son ni los culpables ni los responsabl­es. Adriana Lastra se ha mostrado como un cero a la izquierda. Su valoración de la derrota de Andalucía pasará a la historia de la comunicaci­ón política por su necedad. Una comunicaci­ón del Gobierno y del Partido Socialista que brilla por su ausencia o por su ineptitud. Los cambios y los ceses tienen que llegar tarde o temprano, o mejor dicho, más pronto que tarde porque «en la vida hay algo peor que el fracaso, el no haber intentado nada», dijo el presidente norteameri­cano Franklin Delano Roosevelt.

Ahora, el presidente está en posición de fracaso. El Gobierno no endereza el rumbo, los ministros son desconocid­os e inexistent­es en su papel político, y el Partido Socialista es una sombra de lo que fue. Debe actuar y pronto. Las municipale­s y autonómica­s están a la vuelta de la esquina. No hacer nada es igual a suicidio.

Los ministros son desconocid­os e inexistent­es

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