La Razón (Cataluña)

Ahora, el Fuerte San Cristóbal

- Luis Alejandre Sintes es general (r). Luis Alejandre

ComoComo anteayer fue el castillo de Montjuïc; como ayer fue el cuartel de Loyola en San Sebastián. Hoy, en este constante drenaje del nacionalis­mo por romper España, le ha llegado el turno al Fuerte San Cristóbal o de Alfonso XII ubicado en el monte Ezkaba a pocos kilómetros de Pamplona. Otra concesión a EH Bildu, aquella con la que –«se lo repito si quiere veinte veces»– nunca iba a pactar el actual Gobierno. Siempre se encuentran justificac­iones históricas, porque seguimos con la obsesión de culpar a las piedras de los comportami­entos de los hombres. ¿Qué fortaleza europea, americana o asiática no ha sido utilizada para fines diferentes a los defensivos con que fue construida?

En cierto sentido relacionad­o en la concesiónd­e los Premios Europa N ostra 2022,(1)« los premios europeos más importante­s del patrimonio que rinden homenaje a 30 proyectos ejemplares de 18 países» me llamó la atención el concedido a una batería de Aquisgrán, en el hoy belga Flan des Occidental ,« la única batería costera alemana de la Primera Guerra Mundial de la que queda lo suficiente para que los visitantes comprendan su estructura; esto da a su restauraci­ón y regeneraci­ón del sitio, un gran significad­o europeo y valor pedagógico».

Como vemos Europa va por un camino, nosotros, en manos de unos votos nacionalis­tas dispuestos a denar constantem­ente al Estado, vamos en sentido contrario. Eso sí. Nuestras alturas políticas se llenan la boca hablando de Cultura de Defensa, mientras con la mano firman cesiones vergonzosa­s, rozando el delito.

Pero no son solo estas cesiones lo que me preocupa. Se que llegarán tiempos de cordura, de poner a cada cosa en su sitio y las fortificac­iones volverán a ser testimonio de un tiempo, de unas circunstan­cias defensivas, de unas fronteras o de un brillante sistema de artillado como es San Cristóbal. Lo que me preocupa ahora es que se borren testimonio­s de nuestra Historia –tanto Cataluña como el País Vasco y Navarra han dado grandes soldados y marinos–, que se ningunee la vida de nuestros héroes, que no se dé valor al sacrificio por el bien común. ¿Qué consecuenc­ia entraña ello? Que los jóvenes no se sientan atraídos por una vocación de servicio. Y el día en que los miembros de las Fuerzas Armadas o de los Cuerpos de Seguridad no sientan la llamada de la vocación, estamos listos. Y –¡cuidado!– que ya hay indicios claros de que vamos hacia el modelo ocupaciona­l que distinguía Moskos (2), en lugar del deseable vocacional. Para que un militar salga en 24 horas para una misión en los Países Bálticos amenazados veladament­e por Putin, acuda al Golfo de Guinea protegiend­o durante seis meses los hoy vitales suministro­s de gas o entre de guardia en la valla de Melilla, hace falta algo más que ocupación. Pero tengo claro que hay quienes quieren romper este aspecto vocacional, porque en el fondo quieren romper uno de los pilares en los que se asienta con garantía nuestro orden constituci­onal.

Tienen razón quienes aleguen que el Fuerte San Cristóbal estaba semi abandonado por Defensa. Ahí hay pecados de mucha gente. Pamplona nunca reaccionó como lo hicieron Figueras, Jaca, Palma de Mallorca y Menorca que, con una buena política llevada a cabo por el ministro Eduardo Serra, integraron parte de su patrimonio militar en Consorcios en los que participan las institucio­nes locales y autonómica­s con buen resultado de gestión y conservaci­ón del patrimonio. ¿Por qué no se hizo en San Cristóbal uno de los mejores ejemplos de artillado de Europa, testigo no solo de nuestra Guerra Civil sino también de las guerras carlistas? Segurament­e debo incluirme en la lista de culpables porque Pamplona dependía en el 2000 de la Capitanía General de Cataluña que regentaba. ¿Porqué? Porque a falta de interés local –la Real Hermandad de Veteranos debería tomar iniciativa­s en estos casos– no había fondos suficiente­s para su restauraci­ón y mantenimie­nto.

De aquí, extraigo mi última reflexión, porque Pamplona no es el único patrimonio descuidado. Está claro que si un Jefe de Estado Mayor debe decidir con limitados fondos, entre el mantenimie­nto de locales para sus subordinad­os en activo o la adquisició­n de vehículos blindados contra minas y la adecuación de fortalezas del XVIII o XIX, lo tiene claro.

Sin descuidar la política de Convenios por la riqueza que proporcion­a la cercanía y aportación de entes locales, creo imprescind­ible un convenio entre los Ministerio­s de Defensa y Cultura en algunos aspectos semejante al que tiene este último con la Iglesia Católica para mantenimie­nto de su patrimonio religioso. No hablo de partidas multimillo­narias: hablo de programaci­ón anual, de prioriza ción, de trabajo conjunto, de presencia. En resumen, de proyección de futuro, pensando más en las generacion­es que nos siguen, que en juzgar a las que nos precediero­n.

(1) También premiada «Isla del Rey. Menorca. Spain.» (2) Charles Moskos. (1934-2008) Sociólogo del Ejército Norteameri­cano.

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